A nadie nos gusta que nos corrijan, y mucho menos en público. Sin embargo una parte esencial de estos concursos es la crítica.
En ese juego televisivo que busca audiencia porque es un espectáculo, hay un vicio que se está instalando como algo natural. Si hay algo que haces mal te lo digo delante de las cámaras, pero si es posible con la máxima agresividad, rozando la mala educación y, sobre todo, sin ningún tipo de compasión hacia la persona afectada. Ese es parte del espectáculo. Sin esa reprimenda pública, el show pierde gran parte de su emoción.
Si no cantas como los ángeles te voy a desprestigiar, te diré que te dediques a otra cosa y trataré de que no levantes cabeza el resto de tus días. Yo soy el todopoderoso que juzga más allá de tus capacidades artísticas y tengo un cheque en blanco para destrozarte, sin límites, hasta donde se considere necesario para el bien del espectáculo.
En el programa Master Chef que los lunes emite TVE, si al aspirante no le ha salido bien el guiso sacamos a los leones y que comience el circo. Cuanta más herida, más audiencia.
La televisión como primer medio de masas puede llegar a confundir al espectador haciendo de lo malo algo bueno olvidando su responsabilidad social. Si tu vecino, tu amiga, tu mujer o tu compañero de trabajo no hacen las cosas como tú quieres, ya sabes, cuanta más sangre hagas, mejor. Eso sí, cuando lleguen malos datos de share, que llegarán, por favor, que critiquen a los directivos y presentadores con tacto, con mucho tacto, con educación y, por supuesto, en privado.
Como decía un antiguo profesor, corregir es educar, pero no de cualquier manera. Sólo si sabes cómo hacerlo.
@gonzalogiraldez