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Cuando lo importante no es el discurso

 

Austeridad, y un discurso firme. Es la resaca de un discurso de investidura plagado de intenciones, con pocas sorpresas y con menos concreciones. Comenzaba – Mariano Rajoy – apuntando a la Administración Pública como uno de los principales sectores candidatos a sufrir el castigo de los recortes. De ellos sabemos que no se solaparán unas a otras, que no se aumentará el personal público, que se suprimirán organismos autónomos (agencias y otras entidades públicas), y se acometerá una reducción de los gastos de funcionamiento de la Administración Pública, aunque no sabemos cómo y de que manera, o si afectará a los funcionarios.

Algo más de picante le ha puesto Rajoy a las palabras que le ha dedicado al sector financiero, al menos ha despejado una incógnita. No creará un 'banco malo' que aglutine los activos inmobiliarios tóxicos, sino que obligará a las entidades a declarar sus pérdidas, y provocar así un nuevo proceso de fusiones, “menos entidades, más fuertes” decía Rajoy, que apuesta – cómo los presidente de los grandes de la banca española – por una nueva reestructuración, o por continuar con la que ya está en marcha.

Sin embargo, esto no es más que el esquema del gran castillo de ajustes y medidas, dónde por el momento el futuro presidente del Gobierno, sólo ha puesto los cimientos.

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