La crisis de deuda en Europa se agrava. Ya no sólo son los periféricos el objetivo de los mercados. También lo son países como Austria o Francia que cuentan con la triple corona de las agencias de calificación. No es un ataque contra los déficit excesivos, más bien asistimos al intento por poner en jaque a la moneda única. Pero no por culpa de la coyuntura económica -que también- si no por su propia estructura que carece de elementos clave como unidad política y fiscal dentro de los 17.
Este déficit estructural del Euro está provocando que ante los ataques frontales de los especuladores, nadie pueda actuar con medidas contundentes. ¿Y qué queda a partir de ahora? Esperar a que las políticas adoptadas por buena parte de los Gobiernos surtan efecto, y que la fortaleza de la moneda única -que aguanta el tipo frente al dólar- sirvan para que no decaiga el ánimo entre los componentes del mercado europeo.
Desde luego no ayuda la indecisión europea, y de nada sirve que ahora Van Rompuy, Barroso y Merkozy vengan a reclamar la unidad en el seno de los 27, ni tampoco que pidan mayores competencias económicas. Europa, una vez más, llega tarde y ahora sólo puede esperar a que la tormenta amaine para intentar salir a flote.