Una vez más se constata que el ser humano solo construye realidades provisionales, exactamente igual que cuando se cierra una transacción en un mercado bursátil, y el comprador y el vendedor tienen expectativas radical y temporalmente opuestas sobre el activo en cuestión y sobre su precio.
No es casualidad que en el París del Crac del 29, apareciera, con gran éxito, una novela que bien pudiera haber sido la biografía del primer gestor de hedge funds conocido. Aunque suele reconocerse que los hedge fund nacieron en 1949 en EE.UU, de la mano de Alfred Winslow Jones, realmente nacieron a la luz en 1929 en París, de la mano de Irene Némirovsky, en la persona de un gestor de ficción llamado David Golder, trasunto del propio padre de la autora, el banquero ruso León Némirovsky.
Golder reunía en su persona todos los atributos de un gestor de inversiones alternativas; Su propia empresa de inversión, La Golmar, cotizaba en bolsa y reunía un selecto grupo de elitistas inversores de Europa y América que fundamentalmente creían en el olfato inversor de David Golder. Su personal carisma inversor era capaz de movilizar ingentes recursos ajenos en pos de cualquier apuesta inversora. Este estilo personal se encuentra en las antípodas del de un “ordenado padre de familia”, bien al contrario, una de las características biográficas más valiosas de Golder es, la obligación autoimpuesta de superar las expectativas de sus despiadados family office, y de esta forma, aumentar su capacidad de apalancamiento en un círculo virtuoso sin final esperado.
Seis décadas después de David Golder, en 1992, una vez más la realidad superó a la ficción cuando George Soros gano mas de mil millones de dólares en una apuesta financiera que provocó la salida de la libra esterlina del sistema monetario europeo. QUANTUM (Soros) supero a GOLMAR (Golder) bajo la premisa de: encuentra una tendencia cuya premisa sea falsa, y apuesta tu dinero contra ella.
Como nómadas sociales que son, Soros y Golder, comparten la capacidad de analizar realidades, que otros ven como definitivas, bajo la óptica de la provisionalidad. Pero la estrategia de Golder era más bien trabajarse las fronteras del sistema económico capitalista, lo que Michael Mann denomina intersticios del sistema. Ninguna sociedad humana, ni siquiera la dictadura estalinista de la URSS, ha estado lo suficientemente organizada para impedir la emergencia intersticial. Así lo entendió David Golder, cuando apostó por una brillante operación consistente en inundar, contra todo pronóstico, Europa y América de petróleo soviético. Lo que hoy, en la jerga de hedge fund, se denominaría estrategia “opportunistic”. Procesos de surgimientos intersticiales de cambio social son muy frecuentes en aquellos individuos con una o más identidades amenazadas (nómadas sociales), y en definitiva implican el traslado de objetivos humanos (deseo de alcanzar la gloria casi a cualquier precio) a medios de las organizaciones.
La realidad que todos llamamos “realidad objetiva”, no es sino un consenso social y esto es también así en el mundo económico y financiero. Los paradigmas de los hedge fund no son más que eso, realidades provisionales, consensos provisionales, generados en una sociedad temporal definida, exactamente igual que los consensos generados alrededor de Markowitz y su teoría de carteras, por ejemplo. Los individuos con identidades amenazadas son especialmente duchos en percibir la provisionalidad de los acuerdos sociales y la falacia de lo institucional. El concepto de riesgo es elocuente al respecto; lo que para la mayoría de la sociedad es una realidad objetiva, para una identidad amenazada puede ser algo cotidiano, familiar e incluso manejable.
Parece ser que los procesos físicos que desencadena el cerebro cuando experimentamos una emoción real o de ficción son los mismos. Así, cuando vendemos una acción en bolsa con graves pérdidas, la emoción que sentimos, moviliza en el cerebro los mismos circuitos, sinapsis y neuronas integradoras, que si estuviéramos en el cine experimentando una emoción similar. Por eso en el ser humano conviven varias realidades, siendo la que denominamos “realidad objetiva” solamente una de ellas, producto de los consensos temporales de la vida social. Otro de esos consensos, que a veces se confunde con la realidad, es el idioma.
Soros y Golder son dos sobrevivientes de Auschwitz. George gracias a que su padre, Theodor Schwartz, tuvo la pericia de ocultar la identidad judía de su familia. David gracias al genio de una muchacha de 26 años, ella misma una identidad amenazada y contaminada, por ello, de odio hacia sí misma. Ni su conversión al catolicismo ni su self- hatred libraron a Irene Némirovsky de morir en Auschwitz.
Parece ser que la identidad amenazada es especialmente clarividente respecto a la provisionalidad de las construcciones humanas y en general más escéptica que la mayoría sobre lo que conocemos como realidad “objetiva”. Por eso, tanto en los arriesgados intersticios de la sociedad, como en la proximidad de un daño o peligro, las identidades amenazadas se mueven, a menudo, con un talento asombroso.
Fernando Álvarez-Barón Rodríguez