“No hay viento favorable para quien no sabe dónde va”

Cuando me llamaron hace unas semanas para invitarme me alegré mucho que me propusieran esa temática porque es justo lo que hago, en mayor o menor medida, desde que terminé mis estudios de economía (es un decir, porque nunca se acaban los estudios).

En esta problemática hay dos aspectos que me gustaría tratar aquí:

¿Tienen claro los empresarios y directivos de empresas que el control de costes y la competitividad son las dos caras de una misma moneda?
¿El establecimiento de un plan de control de costes, es preferible que lo lleve a cabo personal de la empresa o un consultor externo?

Durante toda época de bonanza económica y de crecimiento importante como lo tuvo España durante una buena parte de la década pasada, digamos que las empresas, especialmente las PYMES, tenían ocupados a sus propietarios y directivos en abrir nuevos mercados, nuevos productos y servicios, resolver problemas de abastecimiento, implantar nuevas cadenas de producción o abrir muchos locales al público. Cada tipo de empresa tiene sus particulares prioridades en unos momentos como los pasados.

Posiblemente el lector haya leído el anterior párrafo sin echar en falta nada importante que hicieran las empresas en general. Efectivamente, casi ninguna empresa dedicaba demasiado tiempo a cuestiones que sin embargo sí son fundamentales. Una de ellas el control de los costes.

Sin duda, esa misma cuestión ocurre en mayor o menor medida también en los gobiernos y en las familias. Digamos que la preocupación del control de los costes (para estos casos, de los gastos) porque en momentos de euforia son cuestiones que incluso podrían resultar chocantes. ¿Para qué iba a ahorrar una familia si todos tenemos empleo, cada vez hay más puestos de trabajo y no hay ninguna amenaza sobre nuestra economía?
Esa relajación de esta parte importante de todo sistema económico, tiene como extensión la relajación en los criterios de riesgo de la banca hacia los particulares y las empresas. Al fin y al cabo, los bancos están dirigidos por personas que también están eufóricas.

Y sin embargo, esa relajación en los sistemas de control de costes, entre otros motivos principales, es la causante de la pérdida de competitividad de nuestra economía. Procedimientos obsoletos, maquinaria antigua, puestos de trabajo mal asignados, personal mal cualificado o mal entrenado, malas organizaciones dentro de las empresas y malas conexiones empresariales con el resto de las empresas del tejido productivo.

Por tanto, el control de costes es una tarea fundamental para la supervivencia de nuestras empresas y con ello, los empleos que se han podido mantener.

Una larga tarea nos queda por delante para resolver esta situación de falta de competitividad.

Por otro lado, la disyuntiva de siempre en estos o parecidos asuntos: en el desarrollo y puesta en marcha de un plan de control de costes, ¿es preferible contar con los directivos u otro personal de la empresa, o que esa tarea la realicen unos consultores externos?

Desde un punto de vista de la búsqueda del éxito en el establecimiento de ese plan de control de costes, creo que es difícil oponerse a las siguientes ideas:

Actuarían por regla general con unos niveles de objetividad que difícilmente pueden ostentar personas internas a la empresa que lógicamente están en contacto con el resto de personas que trabajan en ella. Pertenecer a una organización, grande o pequeña, durante un tiempo hace que su filosofía, su manera de trabajar y sus propios valores, se incorporen en la forma de actuar y trabajar de todo su personal. Difícilmente alguien en esas circunstancia rompería los posibles “vicios” de todo el sistema.

Aunque si es cierto que el control de costes no significa necesariamente reducción de personal, en muchas ocasiones es una cuestión de supervivencia de la propia empresa, como vemos en los últimos años, y mantener el resto de puestos de trabajo. He visto muchas veces que este tipo de decisiones son difíciles incluso por parte del propio empresario. Y sin embargo podemos estar hablando de la supervivencia de la propia empresa. Todos somos humanos, y el ser humano se caracteriza por no cambiar los procedimientos si nos encontramos cómodos.

Sin embargo, hay algo que es el primer paso para emprender el camino en el establecimiento de un plan de este tipo: saber a dónde queremos llevar nuestra empresa.

Mi ponencia empezará y terminará con una misma frase: “No hay viento favorable para quien no sabe dónde va”, Séneca (4 a.C. – 65 d.C.)

 

Manuel Caraballo Callero
Economista