La norma idiota de los músicos callejeros

Digo idiota y digo bien, en el sentido helénico del término, por el que idiota es aquel que no participa del debate público. En lugar de hacerlo, el Ayuntamiento de la capital cercena la libertad de expresión de las calles, que son de todos y de nadie. Y seguramente me quede corto con el término idiota, porque conociéndolos como me los conozco, estos tipos que ordenan el miedo son capaces de añadirle por su cuenta mil y un adjetivos más a la norma: discriminatoria, racista, xenófoba, clasista o vayan ustedes a saber. Lo llevan en los genes.

La justificación oficial es que se trata de regular el impacto acústico. Claro, y yo que me caí del guindo ayer voy y me lo creo. Señora regidora del relaxin cap of café con leche, a un servidor le impacta mucho más, y con mucha más molestia, el sonido de los taitantos vehículos policiales que escoltan cada una de las salidas de usted o de uno de los suyos, a todo trapo escapar como el Pirata de Espronceda, callé Alcalá arriba incluso cuando no hay tráfico, y con aspavientos a los pobres conductores para que se aparten de su noble sendero. Lo dicho. Una norma idiota.