Recortes presupuestarios versus efecto “crowding out”

El recorte afecta a prácticamente todas las funciones importantes desarrolladas por el gobierno (seguridad nacional, investigación básica, educación, ayuda al exterior,…). Dichos recortes, junto con la anunciada subida de los tipos impositivos restarían alrededor de 1,25 puntos porcentuales del crecimiento del PIB para 2013.

En un país que actualmente tiene a un 15% de su población en la franja de pobreza y una tasa de desempleo que ronda el 8% (situación que ya querríamos para nosotros), superior a la tasa media de los últimos 30 años, supondría un empeoramiento de las condiciones de vida a la que los ciudadanos están acostumbrados.

La cuestión aquí se centra en debatir sobre “más gobierno o menos gobierno”. La diferencia política clásica. Pero por otro lado nos encontramos con que a mayor crecimiento del papel del Estado en la economía, menor papel jugará la economía privada, y todo ello por el llamado efecto “crowding out” que los economistas conocemos a la perfección.

Se trata del desplazamiento que sufre la inversión privada debido a la reducción en la disponibilidad financiera y/o reducción de la demanda agregada, como consecuencia de la desviación de los recursos económicos hacia la deuda o gastos de los gobiernos.

La idea es muy simple: si los gobiernos recaudan más dinero vía impuestos, los ciudadanos deberán reducir su consumo, y si incrementan los recursos financieros para sus gastos, las empresas dispondrán de menos recursos para sus inversiones, debiendo competir en el mercado financiero a unos tipos de interés superiores. Ese incremento de costes hará que la inversión se reduzca al mismo tiempo que se incrementa la tasa de desempleo.

Sobre ese efecto, hay diversas situaciones límite dependiendo de la pendiente de la curva LM, pero a efectos de interpretación, la idea básica es que a mayor intervención de los gobiernos, mayores costes financieros y mayor desempleo.
Por supuesto, se trata de un fenómeno que afecta a toda la economía en general y en España no íbamos a ser diferentes por una sola vez.

A todo esto hay que añadir que por cada nuevo empleo que se crea por la administración pública, se dejan de crear unos 2,8 puestos de trabajo en el sector privado según todos los estudios, al menos en los países más desarrollados.

Para el caso de Estados Unidos, se estima que dicha reducción del presupuesto conlleva la pérdida de al menos un millón de puestos de trabajo, cada año, mientras duren estos ajustes.

Lo peor de todo según un importante número de economistas es que las restricciones presupuestarías (o durante los últimos años, las limitaciones en la expansión del déficit público) están haciendo que la demanda agregada sea muy inferior a la potencial, lo que conlleva que se esté desperdiciando un porcentaje de capacidad productiva importante. El PIB real en 2008-2009 cayó un 8% con respecto a su potencial y se ha mantenido entorno a ese porcentaje respecto a su potencial  desde entonces.

El problema de esta situación es que cuando más tiempo dure, más tiempo tomará recuperar el terreno perdido. Motivado por esta preocupación la Reserva Federal ha mantenido los tipos prácticamente a cero durante todo este tiempo, aunque sin resultados positivos relevantes.

Pero, y son las cuestiones de siempre, ¿es sostenible un modelo económico donde el Estado fagocita la economía productiva? ¿Es viable un crecimiento económico con endeudamiento indefinido? ¿Hasta dónde comprarán deuda los inversores sabiendo que la Reserva Federal ha estado comprando bonos a largo plazo por alrededor de un billón de dólares cada año?

Los partidarios del mayor papel del Estado en la economía destacan que la deuda es controlable y que una restricción presupuestaria lo único que va a conseguir es empeorar la situación. La lógica nos indica que una expansión infinita no es posible.

Por otro lado, las prometidas reformas financieras, no sólo no se han llevado a la práctica, sino que unos de los peligros de nuestra economía, el “too big to fail”, se ha incrementado en los últimos años al ritmo del crecimiento de los grandes bancos.

Mientras todo esto ocurre en la aún primera economía mundial, y aunque nuestra economía tiene exactamente las mismas reglas del juego, en España estamos entretenidos con nuestros bochornosos casos de corrupción política, y los pobres debates televisados de nuestra deficiente y poco preparada clase política, interesada exclusivamente en mantener su estatus.

Las últimas noticias que llegan desde Italia y sus repercusiones directas en la apreciación de los mercados financieros sobre la situación económica a nivel europeo, y más concretamente en los países de la periferia, sólo incrementan la preocupación, la desconfianza y unas previsiones económicas que, me temo, habrá que ajustar a la baja. Nos quedan duros años de ajustes donde cada generación vivirá peor que la anterior.

Manuel Caraballo Callero
Economista.