Esa simpática dictadura china

Después de dos centurias, o más, pregonando aquí esa ley del lobo feroz llamada capitalismo, eso de aquí tonto el último, y o comes, o te comen, no vamos a echarle ahora la peta a los chinos por lo bien que se lo han montado: discretos, eficaces, competitivos, constantes, y serios en el negocio, ya se trate de llevar putas a los mafiosos de Cobo Calleja, ya de estar descargando cajas en plena madrugada a las puertas del todo a cien.

Mientras, nos hemos olvidado de que de China vienen el papel, la tinta, la pólvora y hasta la pasta alimenticia y el papel higiénico. Pensamos que venderles nuestra deuda no era venderles el alma, y ahora son socios comerciales prioritarios. Por eso se nos pasan, casi inadvertidas, historias como la de Wang, un pobre hombre condenado a vivir 20 años como indigente para poder pagar la educación de sus dos hijos. Su delito, que le arruinó, fue pasarse del número legal de hijos. Y esa dictadura nos cae simpática. A nosotros no. A nuestros dirigentes.