Sólo Pepe Viyuela posee la versatilidad suficiente para rescatar un clásico de la Otra Generación del 27,mientras cada semana hace reír a millones de espectadores, desde hace, se dice pronto, diez años. Su combustible es contar historias, mientras se divierte por el camino. Ahora, se ha atrevido a lanzarse como productor y protagonista de una de las obras cumbres de Edgar Neville, «El Baile» en el Teatro Fernán Gómez. Y ha tenido una gran acogida. Será, como él nos cuenta, que no es momento de rendirse, y que por muchas obstáculos a los que se tenga que enfrentar el teatro en España, la creatividad se mantiene más viva que nunca.
¿Qué es lo que te ha llevado a producir y protagonizar la obra «El Baile»?
Es una obra de Neville que se estrenó en 1962, estaba bastante escondida y hacía falta devolverla a los escenarios, porque yo creo que es una pieza importante del siglo XX. Es una comedia en la que se habla de amor, de la amistad y sobre todo del paso del tiempo. De cómo nos afecta el paso del tiempo a los seres humanos. Es muy divertida, pero también encontramos momentos para la reflexión y para la emoción. La hemos adaptado al siglo XXI y tiene muchos vértices, el primer acto es una comedia, el segundo un melodrama y el tercero es teatro del absurdo.
Edgar Neville ha quedado para muchos relegado a un segundo plano, ¿Consideras que no ha tenido la misma valoración que otros autores de la Generación del 27?
Sí, me sorprende mucho porque es una persona con muchísimo talento. Quizá donde más volcó su talento fue en el cine, pero también ahí está muy olvidado. Tiene películas memorables, por lo que son pero también por lo que han significado para el cine español. Me da rabia, creo que tenemos muy poca memoria y que además estamos perdiendo oportunidades por ese desinterés que nos provocan personajes como él, que están tan cercanos y de los que nos vendría bien saber más, para saber de dónde venimos, sobre todo.
En “El baile” narra una historia de amor de tres. Una temática muy transgesora, sobre todo si la situamos en la época del franquismo…
Imagínate este triangulo amoroso planteado en la dictadura, con una presión religiosa muy presente. Neville, en cambio, con grandes dosis de humor y de valentía se pone manos a la obra y hace una propuesta distinta. Con tres personas que deciden vivir a su manera, su historia de amor. No es ninguna tontería lo que planteaba. Y fue precisamente gracias a esa dosis de humor y de inteligencia, como pudo superar la censura. Sabía que se movía en campo minado, por eso se movía con cuidado pero sin perder un ápice de transgresión.
¿Cómo se compagina una obra de tal envergadura con el rodaje de la décima temporada de Aida?
Yo me divierto muchísimo. Intento pasármelo bien con todo lo que hago, ese es mi motor, es mi combustible, uno de los objetivos que tengo marcados, divertirme con mi trabajo. Cuando no me lo paso bien lo noto, me desanimo. Pero cuando me gusta lo que hago, siento que puedo con todo.
¿Qué produce más satisfacción a un actor, subirse a un escenario o el reconocimiento que te da la televisión?
Los escenarios. Cuando empiezas no piensas en la fama, sólo en subir a un escenario y actuar. Compartir una función con el escenario y con el público es mucho más gratificante que cualquier otra cosa. En Aida también disfruto mucho, porque hay mucho talento a mi alrededor, aunque falta el contacto directo con el público.
¿Cuál ha sido el impacto la subida del IVA cultural en el sector teatral?
Yo lo siento como un atentado. Es algo que no tiene más explicación que la de pensar que se hace a propósito para castigar a una parte del sector. No está sirviendo para recaudar más a las actas del Estado, porque la gente va menos al teatro. No está teniendo nada bueno, salvo a lo mejor la satisfacción de sentir que se nos está haciendo daño. Es un sector especialmente castigado, por las vinculaciones que hayamos podido tener en un momento determinado, porque hemos protestado mucho. Esta medida no beneficia absolutamente a nadie. Y no se enmienda. Y ya es mucho tiempo. Teníamos esperanza de que se rectifique, dado que nos acercamos a periodo electoral. Y aún la mantengo, pero está pasando una factura muy negativa.
¿Y cuáles son las posibles alternativas?
Trabajar más tiempo, emplear más esfuerzo, arriesgar más. Y bajar los sueldos, arriesgarte todavía más, echarle imaginación, no rendirse bajo ningún concepto. El teatro no va acabar de ninguna manera, no va a morir. No hay quién pueda con ello, ya sea encima de un carro o en un gran escenario. Contar historias a la gente es una necesidad. Eso lo tengo claro. Lo que se ha cambiado es la posibilidad de hacerlo en unas condiciones más dignas, y poder ofrecer cosas con mejor presencia, poder invertir más en el montaje, pero nadie va a poder con el teatro.
Para terminar la entrevista con algo de esperanza, ¿qué tal andamos de humor en España?
Hay mucho humor, hay mucha inteligencia en España. El humor lo veo muy vivo y con mucho futuro. Cuánto más crisis estemos viviendo, más se incentiva la capacidad de creación del ser humano. Entiendo el humor como una respuesta a las situaciones difíciles como un salvavidas para afrontar los momentos complicados. Cuánto peor lo pasemos más necesitamos el sentido del humor y más se va a desarrollar nuestra capacidad para defendernos a través de él.