Está bien eso de que Willy Meyer haya dimitido por el escándalo de las SICAV de los europarlamentarios. Pero creo yo que el buen hombre se ha pasado de quijotesco. Porque al final sus colegas que deberían haber hecho lo mismo se dedicarán a marear la perdiz un tiempo.
Son especialistas en ello. En los donde dije digo, digo Diego. En los retruécanos para contrastar dos ideas similares o para asemejar dos planteamientos contrapuestos. No les va en el cargo, pero sí les va en ello el sueldo, incluso si hubieran decidido rebajárselo hasta el 300% del salario mínimo interprofesional. El trabajo de casi todos los colegas del aparentemente honesto eurodiputado de Izquierda Unida es el que es: decir misa con una mano y pactar con el diablo con la otra. Algunos, los más honrados, con la nariz tapada. Pero no hay tufo que cien años dure ni pituitaria que lo resista.
Pero los que se lo deben estar pasando pipa deben ser los propietarios de Google, Yahoo, Microsoft, Facebook y todos esos imperios que la lentitud paquidérmica de las instituciones europeas es incapaz de alentar para tener nuestro propio Silicon Valley que mire al mundo desafiante y con visión de futuro. ¿No se les ha exigido a todas ellas que tributen en los países en los que operan, y no en sus particulares paraísos fiscales? Pues tomen dos tazas de sopa, señores dirigentes, que les han pillado con el carrito de los helados. Al final va a ser verdad, y no solo un hallazgo léxico, lo de “la casta”.