Rusia detuvo en las últimas semanas a varios generales y altos cargos de Defensa para reestructurar la plana mayor de sus Fuerzas Armadas, cuestionadas por sus niveles de corrupción e ineficiencia en momentos en que busca dar nuevo impulso a su ofensiva en Ucrania.
Las autoridades informaron este jueves de la detención de Vadim Shamarin, jefe adjunto del Estado Mayor para las comunicaciones, y de Vladimir Verteletski, jefe de un servicio del departamento de compras públicas del ministerio de Defensa.
Shamarin fue arrestado el miércoles por haber «aceptado un soborno particularmente importante» y es pasible de una pena de hasta 15 años de cárcel. Según expertos, las fuerzas de Rusia tuvieron importantes problemas en el área de las comunicaciones al inicio de la invasión de Ucrania, en febrero de 2022.
Verteletski fue acusado por su lado de «abuso de poder en el ejercicio de sus funciones», indicó el Comité de Investigación, que precisó que el detenido había ocasionado pérdidas por más de 70 millones de rublos (unos 769.000 dólares al cambio actual).
Las detenciones se multiplicaron en el ministerio de Defensa y en las altas esferas del ejército desde fines de abril, pero el Kremlin niega la existencia de una purga y asegura que se trata de operaciones anticorrupción
«La lucha contra la corrupción es un trabajo continuo, no es una campaña» de purgas, aseguró el portavoz de la presidencia de Rusia, Dmitri Peskov.
Antes de Verteletski y Shamarin, el viceministro de Defensa, Timur Ivanov, y Yuri Kuznetsov, responsable de recursos humanos en el ministerio, fueron detenidos por corrupción. Otro general, Ivan Popov, fue detenido recientemente por «fraude».
Esta limpieza en las altas esferas castrenses ha impulsado la llegada de tecnócratas al frente la maquinaria de guerra del Kremlin.
El ministro de Defensa de Rusia de larga data del presidente Vladimir Putin, Serguéi Shoigú, fue remplazado a mediados de mayo por un economista sin experiencia militar, Andréi Belóusov.
Para el experto militar ruso Alexander Khramchikhin, las autoridades sabían «desde hacía mucho tiempo» que el presupuesto de defensa se utilizaba de forma ineficiente, pero en tiempos de guerra, esta realidad «se ha vuelto demasiado evidente como para hacer la vista gorda».
Aún más si se toma en cuenta que Rusia, blanco de sanciones occidentales, ha reorientado su economía hacia la industria bélica, con un aumento del 70% del presupuesto federal destinado a defensa previsto para 2024.
Para no hacer olas, el Kremlin esperó a la remodelación del gabinete, tras la reelección en marzo de Putin para un quinto mandato, antes de lanzar su depuración.
«En tiempos de guerra, el dinero debe gastarse correctamente. De ahí el nombramiento de Belóusov: tiene que asegurarse de que (…) no se despilfarra», señala el analista.
La corrupción en la cúpula castrense en Rusia era una de las principales críticas del jefe del grupo paramilitar Wagner, Yevgueni Prigozhin, que instigó una rebelión en junio de 2023 y murió dos meses después en un accidente aéreo en circunstancias que siguen sin esclarecerse.
Aun así, los dos enemigos jurados de Prigozhin no fueron «purgados»: el exministro de Defensa Shoigú fue designado secretario del Consejo de Seguridad y el jefe del Estado Mayor, Valéri Guerasimov, sigue en su puesto.
El futuro de otro general, Serguéi Surovikin, muy respetado por las tropas pero caído en desgracia tras la revuelta de Wagner, sigue incierto. La última vez que se le vio en público fue en septiembre de 2023, durante una visita a Argelia.
«La situación (en el ejército) es grave y la corrupción flagrante», zanjó un destacado analista militar ruso, que pidió el anonimato.
En su opinión, Putin es consciente de que la guerra de desgaste contra Ucrania no puede durar eternamente y se ve obligado a «tomar medidas radicales», «cambiando a los hombres de la retaguardia», donde «están los problemas».
El objetivo es «obtener resultados» en el frente antes de que el ejército ucraniano recupere fuerzas con la llegada de nuevo armamento occidental y la movilización de nuevos soldados.
«Lo más importante para el Kremlin es ganar la guerra, no derrotar la corrupción», sostiene.