Cuando un país es pequeño, muy pequeño y también es rico, escandalosamente rico, su principal herramienta para adquirir influencia global no es la fuerza o la coerción. Sus posibilidades geográficas, demográficas y militares son limitadas.¿Entonces, como hacerse dueño de medio mundo? En este caso, la seducción y la persuasión se convierten en vectores privilegiados. Lo principal es el soft power o poder blando, la capacidad que tiene un Estado de legitimar su poder sin violencia, de “lograr que los demás deseen lo que desea uno mismo”. De acuerdo con Joseph Nye, el creador de este concepto, el poder blando se sitúa en los bienes intangibles, como la cultura, la ciencia o la mediación. Cuando el país en cuestión es Qatar, la suma de diplomacia activa y fortuna parece tener muy buenos resultados. Al menos, de puertas para fuera.
Sorprende tanto protagonismo en la esfera internacional para un país de tan sólo 11.437 km2, la dimensión de Murcia. Aunque conociendo sus reservas de gas natural, 26 millones de metros cúbicos, (las terceras del mundo) y sus 15.000 millones de barriles de crudo se disipan las dudas. El país de los rascacielos imposibles tiene una de las rentas per capita más altas del planeta, 83.000 dolares anuales. Y su emir quiere diversificar las ganancias de sus recursos energéticos aumentando su presencia en el mundo. Desde Londres, donde el reino de Qatar ha adquirido los almacenes Harrods por 2.200 millones de dólares, hasta Cuba donde el país firmó la creación de un resort de cinco estrellas en Cayo Largo. El Emirato ha comprado el 17% del capital del grupo automovilístico alemán Volkswagen y maneja un 7% de la entidad Barclays. Tampoco se le escapan Tiffany & CO, Valentino o Porsche.
Recientemente han adquirido grandes porcentajes de capital en firmas francesas como Lagardere (13%), LVMH (1,03%), Vinc(8%), Veolia(5%) o el club de futbol parisino Paris Saint Germain, siendo el único accionista del club más rico de Francia y uno de los clubes más ricos del mundo.
Las inversiones internacionales de Qatar Holding incluyen también el control de la británica Four Seasons Healthcare y una importante participación en el Mercado de Valores de Londres, en el Mercado noruego, en el Banco de Comercio y Finanzas de Jordania, en el Banco Financiero Asiático de Malasia (controla el 70% del mismo) y en el grupo médico Raffles de Singapur.
En nuestro país, en el año 2010, llegó a un acuerdo para adquirir un 5% de la filial brasileña de Banco Santander por un importe de 2.700 millones de dólares.
Su principal socio estratégico, sin embargo, es Iberdrola: Qatar Investment Authority, uno de los brazos financieros de Qatar Holding invirtió el pasado año 350 millones de euros en elevar su participación en el capital hasta el 9,52%.
Por otro lado, mientras Qatar Airways, con sede en Doha, no deja de crecer ofreciendo 130 destinos en 70 países, su fundación Qatar Foundation patrocinador ‘social’ del FC Barcelona, ha podido incluso con Unicef.
La sombra del Mundial de 2022
El deporte y la cultura son también armas muy valiosas para generar una buena reputación internacional; el Mundial de Fútbol, junto con las Olimpiadas, son la gran ocasión de los anfitriones para presentar su cara más amable. Qatar ya tiene motos, tenis y balonmano y hasta fue anfitrión de los juegos asiáticos. Pero lo bueno está por llegar y, en 2022 se convertirá en el primer país árabe en albergar la Copa Mundial de la FIFA. Los 200.000 millones de dólares están encima de la mesa y su población (el 80% inmigrantes principalmente de Indonesia, Pakistán, Bangladesh o Filipinas) ya está trabajando a destajo para impresionar al mundo, con todo lo que eso significa. Amnistía Internacional ha denunciado en más de una ocasión las constantes violaciones de Derechos Humanos de sus trabajadores.
En el país, los extranjeros necesitan vincular su residencia legal a un sponsor o empleador y, por tanto, no pueden cambiar de trabajo ni abandonar el país sin el consentimiento de su superior. Según la organización, las condiciones sobrepasan incluso la explotación, rozando la esclavitud. La FIFA se ha escandalizado, -¿no lo sabía?- y exige que se solvente esta situación. Mientras tanto, lo que más les importa es el insoportable calor, 50 grados. Y ahí si hay respuesta, si hace falta se ofrecen nubes artificiales.
¿Oportunista o pacificador?
Si algo caracteriza a Qatar es el pragmatismo en sus relaciones, no sólo económicas, sino también diplomáticas. Qatar se ha convertido en un negociador que parece tener voz y voto en todos los conflictos de la región. Al Jazeera tiene mucho que ver en ello. En las revueltas árabes no sólo actuó de mensajero, sino como actor del cambio. Según las voces críticas, mientras en Túnez, Egipto o Libia la cobertura fue total, en los casos de los vecinos, Bahrein, Oman o Arabia Saudita las noticias quedaron relegadas a simples colas.
El emir no actúa por convicciones religiosas o ideológicas y por ello, genera buenas relaciones con fuerzas a menudo contradictorias. Inició las conversaciones de paz con los talibanes y fue el primer país árabe en intervenir en la misión de la OTAN contra Gadafi; donó 5000 millones de dólares para sustentar la estabilidad en Egipto tras la caída de Mursi; suministra armas a los rebeldes (según Financial Times más de 3000 millones de dólares en lo que va de conflicto) y aboga por una intervención militar de la Liga Árabe en Siria, a pesar de la estrecha relación que le unía a Assad en los últimos diez años. Por otro lado, apoya abiertamente a Hamás, manteniendo las negociaciones con Israel abiertas y ansía tener buenas relaciones con Irán a la vez que alberga el centro de mando de EE.UU que controla las operaciones norteamericanas en Medio Oriente y el Norte de África.
Por paradójico que parezca el país está considerado un negociador neutral y fiable. Aunque su apoyo ferviente a la Primavera Árabe (es llamativo siendo Qatar una férrea monarquía) desconcierta a sus países vecinos que sólo aspiran a mantener el statu quo. Por ello, hay voces como la del periodista Thierry Meyssan que aseguran que la reciente abdicación de su emir podría entrañar un repliegue estratégico del micro Estado en la esfera internacional, dejando vía libre para suplir el vacío de poder en el Golfo a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. ¿Se unirán a la estrategia del poder blando?