Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Roaring Waves, women, artists. Make some noise

Las mujeres siempre han sido presentes en el arte. Basta con visitar cualquier museo de arte clásico para comprobar que, durante siglos, la figura femenina ha sido una inspiración clave para el desarrollo artístico: sus exquisitas formas transpuestas a diversos géneros, texturas y dimensiones. Pero más allá de sus figuras y gracias, su influencia en el arte se extiende más allá del lienzo, un hecho que solo en las últimas décadas ha pasado al primer plano de la historia del arte. Ya sea en la galería de la calle de abajo o en la colorida colección del mundialmente famoso Moma, las artistas femeninas han empezado a tomar protagonismo para reclamar su lugar en el arte como algo más que miradas elevadas y mechones dorados.

La reciente exposición de Reku Art Gallery se adentra en las experiencias y perspectivas de la mujer moderna, desde lo personal a lo profesional. Esta variada exposición reúne las obras de cuatro artistas emergentes. Sus obras exploran diferentes aspectos de la experiencia de la mujer moderna: la compasión (María Peña), la autoconciencia (María Bueno, alias Pezone Revueltos), el subconsciente (Mireia Ruiz) y la emoción (Marta González-Adalid), pero estas piezas son algo más que narraciones de historias. Se presentan también como encarnaciones vibrantes y sensoriales de la experiencia creativa, que se extienden más allá de la escena literal del lienzo para convertirse en paisajes que el espectador puede descubrir, deleitarse y sentir con el vigor del artista que los compuso. 

El estilo único de cada artista se exhibe y celebra en sus diferencias tanto temáticas como técnicas, aunque un hilo dorado de conexión los une insinuando los interesantes paralelismos entre temas y perspectivas. Los retratos humanistas de Peña transmiten una historia de complejidad y presencia. Mientras una barca repleta de gente flota sobre las olas, una mujer se relaja en la exhalación de una tarde al sol —su conciencia de la escena circundante queda en entredicho. La textura de los detalles y los matices de las imágenes captan la atención de la artista, que honra la forma en que la luz ilumina la piel, pero en la fina textura creada, también vemos las corrientes de complejidad, que una expresión serena puede imitar la superficie supuestamente tranquila del fondo, pero que en realidad contiene multitudes.

En un delicioso contraste, los sujetos de los divertidos cuadros de escenas pop de María Bueno sirven de contrapunto a la quietud contemplativa de Peña. Estas mujeres lucen sus elegantes atuendos y sus cuerpos femeninos en colores retro, haciendo sus propias declaraciones complementarias sobre la liberación de la identidad a través de la moda y el consumismo. El estilo juguetón y atrevido proporciona placer como mujer y como apreciadora del arte. Los estilos de Peña y Bueno siguen siendo puramente únicos, pero hablan entre sí en su expresión común de presencia y aceptación. Las mujeres que representan encuentran la paz en su presentación, ya sea en la suave luz resplandeciente o en el linóleo a cuadros. La vibrante paleta de Bueno es un agradable hilo conductor en las composiciones de Mireia Ruiz, que se alejan de la forma orgánica transmitiendo mensajes de empoderamiento y revitalización con patrones geométricos y un eufórico uso del color. Su uso de objetos forjados en nuevos patrones observa cómo la reinvención aporta positividad y belleza. Estas vibrantes obras crean una intrigante relación con la cuarta artista, Marta González-Adalid. Yuxtapuestos a los sólidos motivos de Ruiz, los lienzos de González-Adalid rebosan movimiento expresivo y contienen una escena a medio camino entre la abstracción y la figuración. Parecen atrapados en el proceso de creación o erosión, una transformación eternizada. Es con esa sensación intuitiva y visceral con la que las obras de González-Adalid casi toman una representación holística de la exposición: una balada de la feminidad, una aceptación de la intuición y una celebración de lo que no puede definirse del todo. Comparar a estos artistas es diluir el simbolismo interconectado de lo que celebran. Al ocupar el mismo espacio, las mujeres tras el lienzo muestran sus respectivas diferencias artísticas y personales, pero se unen en una experiencia mayor que la suma de sus partes. La nueva exposición de Reku Art es un ejemplo y una inspiración para abrazar y celebrar el talento de las mujeres artistas mientras perseveran en su lucha por el reconocimiento en el mundo del arte. Juntas forman las ondas que se convierten en la suave fuerza de la marea y el rugido de las olas.

{DF} +Leídas