Sin duda, el 2013 no fue el mejor año para la petrolera anglo-holandesa Royal Dutch Shell, que vio como sus beneficios se quedaban en los 16.371 millones de dólares, lo que supone un 39% menos si lo comparamos con los obtenidos en 2012. La compañía explica que su beneficio disminuyó considerablemente en el último trimestre, cuando la caída se elevó hasta un 74% como consecuencia de las difíciles condiciones del mercado. «Una mayor depreciación, gastos de exploración más altos, volúmenes más bajos y condiciones débiles del mercado de productos petrolíferos», concretan desde Shell.
Pero el beneficio no ha sido la única magnitud afectada. La compañía europea también ha visto como caía su facturación algo más de 20.000 millones de dólares, hasta los 451.235 millones. Pero en ningún caso ha sido una sorpresa: Shell ya avisó a principios de este mes que sus resultados serían «significativamente más bajos».
Ante esta situación, el nuevo consejero delegado de la compañía, Ben van Beurden, tiene claro cuál es el objetivo: desinvertir para reducir costes récord y aumentar el margen de beneficios. Y para ello planea vender activos por valor de unos 15.000 millones de dólares, sobre todo en América.