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Un estudio descubre por qué casi nunca se cumplen los propósitos de Año Nuevo

Una nueva investigación ha comprobado la razón por la que las personas casi nunca cumplen sus propósitos de Año Nuevo, según publican en la revista ‘Behavioural Public Policy’.

Los individuos suelen hacer propósitos en enero para mantener regímenes de estilo de vida saludables -por ejemplo, comer mejor o hacer ejercicio más a menudo- pero luego no los cumplen.

Los científicos del comportamiento suelen interpretar este comportamiento como prueba de un conflicto entre los dos «yo» de una persona: un planificador (encargado del autocontrol) y un hacedor (que responde espontáneamente a las tentaciones del momento).

Un equipo de investigadores de las universidades de East Anglia (UEA), Warwick, Cardiff y Lancaster, en el Reino Unido, y de Passau, en Alemania, investigó hasta qué punto las personas se identifican con sus planificadores y sus hacedores.

Descubrieron que, aunque los participantes diferían en la importancia relativa que concedían a la espontaneidad y al autocontrol, en general, las actitudes a favor de la espontaneidad eran casi tan comunes como las actitudes a favor del autocontrol.

Las políticas públicas diseñadas para «empujar» a las personas hacia estilos de vida saludables suelen justificarse con el argumento de que las personas consideran que sus planificadores son su verdadero yo y reniegan de las acciones de sus hacedores.

Sin embargo, en su estudio los autores sostienen que esta justificación pasa por alto la posibilidad de que las personas valoren la espontaneidad, así como el autocontrol, y aprueben sus propias actitudes flexibles ante los propósitos.

Robert Sugden, profesor de economía de la UEA, destaca que el mensaje principal de su trabajo «no es si los empujones hacia estilos de vida saludables son buenos para la salud o la felicidad de las personas a largo plazo.

Se trata de saber si esos empujones pueden justificarse con el argumento de que ayudan a los individuos a superar lo que ellos mismos reconocen como problemas de autocontrol».

«Para que esta idea se utilice como principio rector de las políticas públicas, debemos tener la seguridad de que los individuos quieren que se les ayude de este modo -añade–. Nuestros hallazgos sugieren que a menudo la gente puede no quererlo».

El coautor Andrea Isoni, profesor de Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Negocios de Warwick, resalta que comprobaron que identificar cuándo y dónde los individuos quieren ser ayudados para evitar fallos de autocontrol no es tan sencillo como muchos economistas conductuales parecen pensar.

«Creemos que nuestros hallazgos apuntan a la importancia de tratar los deseos de espontaneidad como algo que merece la misma atención que los deseos de autocontrol, y sugieren interesantes líneas de investigación futura», subraya.

En su opinión, «una idea que sería útil investigar es si algunos tipos de desviación de los objetivos a largo plazo son vistos como más afirmadores de la espontaneidad que otros.

Por ejemplo, descubrimos un contraste entre las actitudes de nuestros encuestados que favorecen la espontaneidad frente a las bebidas azucaradas y los postres de los restaurantes y sus actitudes de autocontrol frente al ejercicio.

Romper un propósito orientado a la salud pidiendo una crème brûlée es quizá una forma más positiva de expresar la espontaneidad que no hacer la carrera diaria en un día lluvioso».

El experimento, realizado a través de una encuesta en línea, comenzó pidiendo a cada uno de los 240 participantes que recordara y escribiera sobre un tipo de episodio anterior de su vida.

Para algunos, se trataba de una comida memorable en la que habían disfrutado especialmente; para otros, de un esfuerzo que habían realizado y que era bueno para su salud y del que se sentían satisfechos.

A continuación, se les pidió que dijeran en qué medida se reconocían a sí mismos en diversas afirmaciones.

Estas incluían deseos de tener más autocontrol (por ejemplo, «Me gustaría hacer más ejercicio»), arrepentimiento por los fallos de autocontrol («Después de pedir postres en los restaurantes, a menudo me arrepiento»), y aprobación del autocontrol como estrategia de vida («En la vida es importante ser capaz de resistir la tentación»).

El mismo número de afirmaciones expresan el deseo de tener menos autocontrol (por ejemplo «Me gustaría que hubiera menos presión social para hacer ejercicio»), el arrepentimiento por haber ejercido el autocontrol («Después de pedir un plato saludable, a menudo desearía haber elegido algo más sabroso»), y la aprobación de la espontaneidad («Darse caprichos de vez en cuando es una fuente importante de felicidad para mí, aunque sean malos para mi salud»).

En general, los encuestados se reconocen casi con la misma frecuencia en las afirmaciones que favorecen la espontaneidad que en las que favorecen el autocontrol.

Al responder a las afirmaciones sobre lo que es importante en la vida, la mayoría de los participantes sostienen tanto que es importante hacer planes a largo plazo y atenerse a ellos como que no hay nada malo en tomarse de vez en cuando pequeños placeres en lugar de atenerse a esos planes.

Sorprendentemente, las actitudes no se vieron significativamente afectadas por el tipo de episodio que los encuestados habían recordado.

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