Su potencial como inversor fuera del propio país no lo discute ya nadie, pero este potencial externo se queda corto si lo comparamos con la futura demanda interna de servicios e infraestructuras.

Cinco  pinceladas para enmarcar las dimensiones y características de esta evolución:

Trasvase de ahorro interno a demanda interna: China tenía a finales de 2009 2,7 billones de dólares de ahorro doméstico, estimando el Banco Mundial que esta cifra alcance los 16 billones de dólares a finales de 2020. China ya está preparada para absorber parte de ese superávit de ahorro a fin de fomentar un cambio en pro de la demanda interna.

Migración de zonas rurales a zonas urbanas: A lo largo de los treinta últimos años, el porcentaje urbano de la población china ha pasado del 20% al 46%. Según los cálculos de la OCDE, a lo largo de los veinte próximos años, otros 316 millones de personas se trasladarán del campo a las ciudades. Este fenómeno exigirá un apoyo sólido para la inversión en infraestructuras y las actividades de construcción comercial y residencial.

Incremento del  consumo: El consumo privado representa sólo un 37 por ciento, aproximadamente, del PIB de China: El actual incremento de empleo, los aumentos de salarios y la red de seguridad social, terminaran por desencadenar un importante aumento del poder adquisitivo de los consumidores, propiciando un aumento estimado de cinco puntos en el porcentaje del consumo de China de aquí a 2015.

Previsible incremento de los servicios: Los servicios representan sólo el 43 por ciento del PIB chino. El incremento del consumo interno generará demanda de servicios en distribución (mayorista y minorista), transporte interior, logística de la cadena de suministros, hostelería y ocio.

Atractivo de la inversión extranjera en servicios: Estas inversiones brindan a China el acceso a las tecnologías y a los sistemas de gestión más modernos, lo que constituye un catalizador para el desarrollo económico.

José Barta. Consejero Industrial de Livingstone Partners (Banca de inversión)