Banca con k de radical

 

Después de casi cinco años de crisis económica, he sentido que se ha hecho justicia nada menos que con diez millones de personas. Clientes de una entidad financiera que habían ido viendo cómo papá Estado corría a apagar las llamas de las patrias chicas. Esas fogatillas ocasionadas por pirómanos de las finanzas, que contaban con los favores de los reyes de taifas de este país de moral pública casi tan perversa como la griega.

Los de la capital, después fusionados con los de Levante por aquello del pasteleo político, entendida la política como el arte de las siglas, venían haciendo méritos para que se les dedicara el vals de la muñeca rota. Pero nones, la joya de la corona es la joya de la corona y reconocer una pifia de tamaño calibre era dejar desnudo al rey.

 

Pero ayer, por fin, se le comunicó a 10 millones de clientes, que no tienen que temer por sus ahorros porque papá Estado proveerá. Con 10.000 millones de euros, que ya saben que el lema gubernamental, “no hay dinero”, depende del destino, no del origen. Tocan a razón de 1.000 por barba. Tranquilícese el que pueda, mientras tomamos nota de la mofa final: ahora se va a profesionalizar, dicen, la dirección de esa entidad bancaria con k de kilo y de radikal. Que es tanto como que lo que había hasta ahora era una pandilla de aficionados. Así nos va.