Emprendedores, no gánsteres

Verán, quien les habla lleva una doble vida, como casi todo hijo de vecino tras cinco años de crisis que disfrutan los mismos que la han creado; y solo ellos, que para eso tienen más mafias legales a su servicio. Que, oiga, no se llega a preboste solo con poner el cazo: además hay que saber hacerlo. Les decía que uno tiene doble vida: de columnilisto aquí por la mañana, y de emprendedor, que es como se llama al empresario pobre y joven, el resto del día.

Se dicen multitud de cosas sobre los emprendedores. Paparruchas. La única válida es que no tienen a quién llorarle las penas. Por condición económica les corresponde que les atiendan los sindicatos. Pero uno se siente incapaz de ir a pedirle peras, o lo que sea, o dos tipos que no saben afeitarse, ni hablar en público sin ponerse a sermonear cual profetas de a tanto el cuarto y mitad en el mercadillo de abastos. Ni por estética, ni por fondo, le convencen a uno.

 

“Es que usted es emprendedor –me dirán–, vaya a la patronal”. Ay, amigos míos. Si uno pudiera. Pero cuando ve a tanto buitre con chaqueta de Armani especulando con el dinero que puede evadir, y el que puede ahorrar vía impuestos, reduciendo a los funcionarios a su mínima expresión, de lo último que le quedan ganas es de, ni siquiera, darle los buenos días al jefe de los patronos. Que hemos venido a ganarnos la vida con ilusión. No a ser gánsteres. Y así nos va.