Repugnante, sí, pero cabal

 

Me ha recordado un buen amigo en estos días de atrás algo que al parecer se estila en ciertas empresas punteras, según denuncia del cineasta Michael Moore: pagar seguros de vida a los empleados de mayor nivel y a los directivos por importes elevados, porque la probabilidad de que mueran en el empeño de los mayores méritos de su compañía supone una jugosa opción de ganancias para la contabilidad de la empresa. Repugnante, sí, pero cabal.

En uno de estos relatos a mi menda le da por hacer geopolítica ficción. Me asalta la seguridad de que las etnias que no son de este Occidente despilfarrador y acomodaticio tienen algunos valores en alza. Desde el sentimiento comunitario y, podríamos decir, jesuítico, de los orientales, hasta el impulso vital de los negros, si me permiten ustedes que los nombre por su tono de piel sin recurrir al cliché ridículo y pomposo de “hombres y mujeres de color”.

 

¿Y qué nos caracteriza a los europeos, ya seamos cainitas del Sur o cabezas cuadradas del Norte? ¿Y a los norteamericanos blanquitos, ya sean emprendedores de New York o supremacistas del Tea Party? ¿El Estado del Bienestar, dicen ustedes? Ja. El egoísmo racional capitalista, cuya moderación nos llevó al Welfare, y del que nadie se acuerda. Un valor a resucitar desde este nuevo orden mundial de crisis sistémica. Repugnante, sí, pero cabal.