Nuestro sistema piramidal de jubilación llega a su fin

Dentro de los sistemas de jubilación en los países más desarrollados disponemos de dos grosso modo:

  · Un sistema de “capitalización” de forma pública, mixta privada, o privada pura por la que un individuo ahorra día a día para su jubilación futura.

  ·Un sistema que podríamos llamar de “solidaridad intergeneracional” por el que una generación de personas activas mantienen a las jubiladas procedentes de las generaciones anteriores.

  ·España se encuentra en el segundo caso.

Para que el sistema funcione se tiene que basar en una estructura piramidal que a su vez se sustenta en un crecimiento permanente de la economía, de la población activa, de la recaudación fiscal,… Nos encontramos con que este requisito se ha cumplido durante muchos años pero en la actualidad tenemos una economía que contiene estos parámetros justo al contrario: la población desciende (se reduce la tasa de natalidad por la crisis, y por la salida de españoles y de antiguos inmigrantes), la economía está en contracción (y más si hacemos la comparación en términos reales, descontada inflación), la recaudación fiscal cae de forma importante, cae el consumo, crece el desempleo,…

Para colmo de males, los gobiernos incrementan la presión fiscal, por lo que reducen la renta disponible de los ciudadanos, contrayendo el consumo y produciendo nuevo desempleo.

A esto hay que añadir el envejecimiento de la población por el cruce del incremento de la esperanza de vida y de bajas tasas de fecundidad.

Nos encontramos con un sistema basado en parámetros que no se cumplen y que sabemos a ciencia cierta que quebrará en algún momento de nuestra historia más próxima.

La incompatibilidad del incremento del consumo con la dotación de recursos para la jubilación

Sin necesidad de utilizar complejos sistema econométricos, podemos deducir que tanto un sistema como el otro contienen además otra contradicción fundamental en su funcionamiento: (que afecta al consumo)

  · Con el sistema actual, una parte de lo producido por la generación (o generaciones) en activo se debe retraer para mantener a los jubilados. Eso significa que esa parte retraída no se aplica al consumo y por tanto a la creación de nuevo empleo. Parece lógico pensar que un mayor porcentaje de retraimiento, menor crecimiento (o decrecimiento neto) de la economía que se traduce en desempleo.

  ·Pero, por otro lado, si aplicamos el sistema de capitalización, es decir, que una generación debe hacer las dotaciones necesarias para el día en que se jubile, significa directamente lo mismo: parte de la capacidad de consumo actual se traslada al futuro.

En ambos casos, vemos que se reproducen los problemas relacionados con el consumo actual y el desempleo: ambos afectan al consumo actual ya que se traslada parte de la capacidad de compra para el futuro.

Podemos discutir si es más eficiente uno u otro o si lo es uno público, mixto o privado, pero la realidad es que parte de la capacidad de consumo desaparece de la economía durante un tiempo.

Todo parece indicar que las soluciones pasan por dos vías:

Incrementar de forma “artificial” la población activa a través de políticas incentivadoras de la natalidad, basadas como es lógico en generación de nuevo empleo.
Dotar al sistema de recursos para que nuestro país sea atractivo para la inmigración.

Ambos sistemas están condenados al fracaso por una cuestión básica: ambos obligan a que nuestra economía previamente crezca y sea atractiva, genere confianza y estabilidad, que se traducirá en una menor incertidumbre en el empleo. Ninguno de esos requisitos se cumple actualmente, y me temo que difícilmente lo hará en un futuro inmediato.

Aún suponiendo que ambos requisitos fueran posibles en un ejercicio de creatividad económica, se trataría de soluciones a corto plazo. Simplemente se solucionarían los problemas acuciantes actuales, pero trasladaría hacia el futuro el mismo problema, solo que acrecentado. Llegará un momento en que el problema llegue de nuevo con una población mayor.

¿Qué podemos hacer entonces?

El problema básico pienso que es de raíz política básicamente.

Hay una cuestión que es de pura aritmética: lo que se retrae a la generación actual para la futura, o lo que la actual destina para su jubilación (depende de qué sistema se utilice), es lo suficiente dañina para la economía porque reduce el consumo actual y con ello deteriora el nivel de empleo, y poco a poco va siendo insuficiente para que las clases pasivas puedan vivir a un nivel de vida razonable dado que cada vez disfrutamos de una mayor esperanza de vida.

Pongo un ejemplo que lo aclara y sin ánimo de ser exhaustivo. Suponemos una país con una esperanza de vida de 70 años con una edad de jubilación a los 65 años. Las personas trabajan durante su vida activa para disfrutar de una jubilación media de 5 años. El sistema puede funcionar bien.
El problema viene cuando con los mismos años trabajados hay que mantener a una población que tiene una esperanza de vida que supera los 80 años. Los recursos detraídos de la economía, por lógica, serán mayores con las graves repercusiones que acarrean al nivel de consumo y por tanto al empleo.

Parece lógico pensar que si debemos recuperar nuestro nivel de empleo perdido por esta causa, hay que retraer menos recursos de la economía y, por tanto, reducir de alguna manera los recursos destinados al mantenimiento de las clases pasivas.

Por tanto, si queremos que nuestra economía funcione, aplicando un sistema de capitalización o de solidaridad intergeneracional, debemos optar por dos sistemas:

Reducir de forma importante los recursos destinados al mantenimiento de estas clases.
Alargar de forma igualmente importante los años de vida activa.

No parece razonable, ni siquiera justo, la primera solución, máxime si estamos hablando de un sistema de capitalización. Parece más lógico aplicar la segunda solución; al fin y al cabo, en ninguna cabeza cabe que estemos prácticamente el mismo número de años trabajando que cobrando una pensión.

Para que no haya dudas al respecto, aclarar aquí que los problemas más serios de nuestra economía no es éste. Si comparamos este problema con otros muchos, especialmente los referidos al mal funcionamiento de nuestras administraciones públicas, amén de despilfarros y corrupción generalizada, baja productividad, bajo nivel de emprendeduría, ineficiencias de todo tipo, falta de unidad de mercado, clientelismo político de las empresas, duplicidades de todo tipo y un largo etcétera, podemos decir que se trata de un mal menor.

Existe una tercera vía que permita el mantenimiento del sistema más o menos como está en la actualidad sin que el retraimiento mayor en impuestos sobre las remuneraciones de los ciudadanos afecte al consumo y, por tanto,  al empleo. Se trata de incrementar la retribución del trabajo en términos reales de forma relevante. Sería una solución estupenda, porque por una parte el consumo no se debilita y por otra existen más recursos, sea de forma privada o pública, para cubrir las necesidades de las clases pasivas sin aumento de la edad de jubilación y sin minoración de la retribución percibida.
Evidentemente esta solución choca frontalmente con la necesaria eficiencia que hay que procurar en toda economía si queremos que esta sea competitiva a nivel mundial.

En suma, y descartando esta tercera vía, no debemos equivocarnos, el problema de cómo financiar a las clases pasivas es grave y es obligado buscar soluciones rápidamente.

La salida a este problema pasa por la toma de decisiones políticas valientes.

 

Manuel Caraballo Callero
Economista