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εμφύλιος (guerra civil)

Me van a llamar pesado porque llevo toda la semana hablándoles de Grecia, y allá que voy otra vez. No es solo que sea el principal asunto del día, cada día y todos los días, sino que lo que nos jugamos todos, ricos, pobres, mediopensionistas e imberbes, con este asunto, es demasiado serio.

Hace unos dias parecía que las campanas no tocarían a duelo y que la sangre no llegaría al río. Pero tamaño e indocto optimismo ha durado menos que una vivienda social en manos de la alcaldesa de Madrid. Alemania y Bruselas dicen que no se apean de la burra. Y Tsipras, cuyo gobierno no tendrá otra cosa pero le sobran gónadas, dice que tampoco. No sé qué puede pasar si el joven primer ministro heleno cumple su palabra. Pero sí sé a cómo se pueden poner las cosas que huelen a las cosas que no huelen como alguien fuerce a los griegos a sumirse en un pozo sin fin.

Lo que viene a continuación no forma parte de mis deseos, ni de mis amenazas, ni mucho menos de lo que considero justicia. Pero sí forma parte, y mucho, del cirio que se puede montar si Mario Draghi obliga a Atenas a doblar el espinazo: habrá una guerra civil europea, con toda la insurgencia a un lado y todos los representantes de la vieja política, más los ciudadanos que compren sus chantajes o sus miedos, en el bando de enfrente. Como en toda guerra, ninguno podrá ser llamado vencedor. Pero como siempre en la Historia, los que tengan menos que perder derramarán más sangre. Repito que NO es una amenaza. Quizá, solo quizá, una advertencia.

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