Casi sin darnos cuenta, llegó la Navidad.
No descubro nada si digo que éste ha sido un año de cambios. Sin más, sin entrar en detalles ni mirar atrás, creo que he aprendido mucho. Hemos afrontado retos o situaciones distintas a las habituales. La soledad física, o bien la convivencia forzosa y continuada. La angustia, el miedo, la incertidumbre, el temor a perder, el valorar lo fundamental, la esperanza.
La situación del mercado laboral actual es compleja. Estábamos en un nivel de recuperación sano tras la crisis anterior, aunque a febrero 2020 teníamos todavía 3,2 millones de desempleados.
La actual crisis sanitaria está impactando de forma directa a algunos sectores clave como Turismo – que es el 15% de nuestro PIB-, Retail -excepto en Alimentación-, Hostelería, y de forma indirecta por la reducción del consumo a todos los sectores. Se han agilizado de nuevo EREs, salidas forzosas, cambios organizativos.
Nos afecta de forma desigual. Está quien lleva años asentado en su rol, y la incertidumbre le lleva a rechazar potenciales cambios cuando le contactamos: “No en este momento”. Tenemos un índice de rechazos ante ofertas de empleo mayor a los meses anteriores.
Otro perfil es quién aprovechó para meditar en la pandemia, y decidió replantearse un cambio, para vivir de otra forma, con distinta intensidad laboral, e incluso en otra geografía. La verdad que he visto a pocos.
Y unos cuantos se han visto abocados a salir de sus compañías, que, una vez más, han ajustado el coste laboral. Nunca es un buen momento para estar desempleado. En esta coyuntura, hay que esforzarse más. Pero siguen apareciendo oportunidades.
Hace poco tuve la oportunidad de conversar con distintas personas que habían sido incluidas en un ERE de una compañía de referencia. Me llamó la atención cuán impactados estaban por la cultura de esta. Parecían clones, en cierta medida. Estaban en un grupo de “outplacement” y me invitaron a una agradable charla.
Cuando empezamos trayectoria, tenemos 23 años, una formación técnica de brillante a mediana, que se desarrolla o se achica en el tiempo. Gran parte de estas personas que os refiero, tenían unos excelentes resultados académicos.
A partir de ahí, vamos acumulando experiencias profesionales y formativas puntuales, que configuran tu bagaje y te aportan -o no- valor: Es distinto si uno lleva 20 años en la misma función, que si ha gestionado diversas funciones., no hay duda de la diferencia de aprendizaje.
Al conversar con ellos, me di cuenta de que la mayor parte de ellos habían estado en la misma función durante un par de décadas, con un cierto crecimiento, pero gradual y contenido. Uff. Los cambios, siempre te hacen crecer, aunque sean inesperados y duros como los de este año.
Las experiencias internacionales te enseñan a conseguir resultados en distintas culturas y situaciones más complejas, que si sigues en tu propio país. No es lo mismo “gestionar” un país al que se viaja de vez en cuando, que vivir un tiempo en otra cultura. Eso sí, desplazarse a otra geografía implica un riesgo, salir de la zona de confort familiar. Merece la pena.
Los retos a los que te enfrentas también tienen que ver con la dimensión que gestionas -no es similar una compañía de €10m, que de €100m, que de €1000m.
Y por supuesto, por los ciclos de negocio que has vivido, crecimiento o decrecimiento. No sirve un CFO que ha vivido solo en situaciones de abundancia, para una reestructuración. Saber gestionar épocas positivas y negativas no requiere ni desarrolla las mismas capacidades.
Os recomiendo el artículo “Peacetime CEO / Wartime CEO” de Ben Horowitz. El autor defiende que se requieren gestores con distintos perfiles, según la coyuntura de mercado.
Además de la experiencia, la cultura de la compañía en la que estás te facilita o impide el desarrollo de tus capacidades de liderazgo.
Las culturas jerárquicas, de “ordeno y mando”, que puntualmente sobreviven en algunos corporativos, pueden inhibir la iniciativa, porque en la compañía no se valora positivamente, e incluso puede molestar a tus compañeros. En unos años, dejas de proponer. Ahí estaban mis amigos de la charla de «outplacement”, poco habituados a plantear ideas nuevas.
Una cultura limitada en el desarrollo profesional de directivos puede afectar tu desarrollo personal, porque nadie te lo incita, no te asignarán proyectos que te hagan crecer en la dirección adecuada.
Al cabo de los años, tu estilo de dirección se mimetizará con el de la compañía, y darás órdenes a tus empleados, en vez de generar equipo. Uno suele imitar a los de arriba, es pura supervivencia. Aunque inicialmente reconozcas las carencias de tu jefe, si te quedas ahí, acabarás siendo como él.
En cambio, las culturas más participativas, más planas, favorecen que el profesional desarrolle más la capacidad de innovación, de aceptación del cambio continuo, que son competencias que van a ser claves en los próximos años, y para largo.
No nos damos cuenta de lo importante que son los retos que vamos asumiendo, y la cultura de la compañía en la que estamos inmersos. Nos condicionan como nos vamos formando como profesionales, día a día.
Es importante plantearse dónde estás, en qué te estás convirtiendo, y si las capacidades que estás desarrollando son las que encajan con el mercado. Busca siempre una organización que te favorezca el crecimiento profesional. Antes de aceptar una nueva posición o compañía… ¡¡hay mucho que analizar!!
Los cambios siempre son positivos. O disfrutas, o aprendes.
Puri.paniagua@pedersenandpartners.com