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Alegrías nunca más

Según una fuente oficial, de cara al próximo año los Presupuestos Generales del Estado “no están para alegrías todavía”. Lo que quiere decir que en algún momento sí lo estuvieron, y que se espera que vuelvan a estarlo. Yo espero lo contrario, y espero que ustedes lo esperen también. Les explico.

No sé en qué años podemos situar con claridad esas alegrías para las que estuvo. Convengamos que entre los años 1997 y 2008. Son los del pelotazo descarado del ladrillo, el crédito incontenible y los delirios de grandeza de la clase obrera, que pasó de la la cola del IKEA a la de las promotoras de pisos. Los años en que hasta el más tonto hacía relojes de madera, y los vendía mientras repartía consejos a los demás, explicando que se había hecho millonario a base de la cultura del esfuerzo.

En aquellos años, y lo hemos ido descubriendo poco a poco y con monodosis desde que acabó la fiebre del oro, donde corrió el dinero en una juerga infinita fue en los puestos de decisión de las Administraciones Públicas. Digámoslo claro y de una vez, en España los bastones de mando que no han robado son la excepción que confirma la regla. Así que es tanto lo aprendido, y tan ponzoñoso además de hortera, que deseo que a estos gestores no les sobre un céntimo jamás en la vida. La ley habla de presunción de inocencia, pero el sentido común no. Y en las cuentas públicas españolas yo me fío del sentido común, ya que la ley vale menos que un cenicero en una moto.

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