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Aquí ya lo hacemos, señor Slim

Dicen los expertos en cualquier disciplina que permita cierta venta de humo que la propuesta del multimillonario Carlos Slim, trabajar tres días a la semana, 11 horas diarias, es inviable. Y digo yo, ya que nadie me pregunta, que los tales expertos no tienen ni idea de en qué país viven.

Lo visten de mil maneras, pero al final la objeción es siempre la misma: que no se puede trabajar más de ocho horas diarias. Falso de toda falsedad. Muchos de los que lo dicen son miembros de reputadas instituciones que a las horas de despacho suman interminables minutos de dedicación profesional fuera de oficina. Y además de eso van a eventos o realizan lecturas que no son por gozo sino por necesidad para completar un informe o un proyecto. Pero es que más allá de la atalaya de estos señores, las once horas diarias, o más, se encuentran por doquier en el mercado español.

Pregunten a los taxistas, que para llevarse unos 2.000 euros al mes limpios de polvo y paja, es decir, de diezmo legalizado, no bajan de las 11 horas. Por la mitad pueden encontrar a miles de periodistas ya veteranos que pueden elegir, con suerte, entre eso o el frío de la calle. Por la mitad de la mitad, decenas de miles de pasantes que también ejercen 11 horas al día. Por no citar a los cientos de miles de autónomos que prefieren gritarse a sí mismos que soportar los gritos del capataz de turno. ¿Inviable? Claro, porque en España ya se trabaja 11 horas diarias, pero no tres días a la semana, sino cinco.

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