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Así está el patio (artículo costumbrista)

Se lo decía ayer a un buen amigo que tengo en las antípodas ideológicas pero en las vecindades del sentido común, que son las importantes. Que Hacienda es como una línea de crédito, que pagas por lo dispuesto y por lo no dispuesto. En Hacienda si eres bueno, chinchas; y si eres malo, chincharás más.

Tenía un buen mosqueo mi colega, y creo que con razón, porque le andan buscando las vueltas a propósito de la certificación energética de su vivienda. Y por su quemazón habrá pasado ya más de uno de ustedes: él no tiene la culpa de que las leyes hayan cambiado después de comprar la vivienda, pero sin embargo si es responsable de una sanción administrativa en caso de que no cumpla con el manojo de acondicionamientos, papeleos y burocracias inútiles con el que le atosigan de un tiempo a esta parte. Él, que tiene poco tiempo y por tanto lo aprecia mucho.

Al mismo tiempo, el dueño del bar en el que nos comentábamos estas cosas acababa de llegar de una empresa de la que es propietario. Y sin tiempo ni a darse un respiro, se sentó con un portátil, un bloc de notas, un bolígrafo y una calculadora. Le toca echar cuentas para ver con qué paga los mil y un impuestos con los que la Administración de esta ciudad, esta comunidad o este país, tanto me da, ahoga al pequeño empresario hasta hacerlo desaparecer. Y además de eso hay que hacer negocio. A diario. Para el del bar, para mi colega y para quien les habla. Eso es la crisis: nuestra clase dirigente, empeñada en cercenarnos el futuro.

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