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Casta inocente

Sinceramente no sé por qué nos hace tanta gracia el Día de los Inocentes, cuando las inocentadas las tenemos a diario, empezando por aquella entrevista a Rajoy antes de las últimas elecciones en las que aseguraba que cuando gobernara bajaría el paro. Y siguiendo porque nos quieran convencer ahora de que efectivamente así ha sucedido desde el inicio de la legislatura.

Pero el tema es que andamos para pocas bromas, por más que al señor Rafael Hernando, lo de señor es un decir, le dé por ir de simpático recurriendo a sus argucias de tertuliano para hacer gracietas ahora que tiene tribuna, micros y toda la servidumbre a la que acostumbra el político español de casta. Porque no se engañen: casta es, por mucho que a algunos el apelativo les estorbe. No hay más que ver la pudendez con la que dice “caca” mientras el aludido en Bruselas dice “mierda” sin que le tiemble el pulso. Ni la coleta.

Inocentadas las vamos a seguir teniendo durante todo este año, que para eso es de feria electoral y la verdadera disputa no está entre la izquierda y la derecha, sino entre quienes se toman lo de Podemos como una amenaza y quienes se lo toman como una anécdota pasajera. Un espectáculo digno de ver porque ambas facciones hacen el ridículo por igual, y entregan sin darse cuenta las llaves de Moncloa al profesor de ciencia política. Ese es el verdadero nivel de la casta política: su estulticia a prueba de balas. Incluso para sus propios beneficios.

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