Perdonen que me vaya a temas domésticos, pero lo pongo en sus manos por si pueden echarnos una mano. Verán, en mi bloque de viviendas hace años que parte de los vecinos del ala derecha tenemos una forma de ver la convivencia vecinal que tiene poco que ver con la del resto de nuestra comunidad.
Nuestras diferencias vienen de largo. De nuestros antepasados. Y de los antepasados de nuestros antepasados. Llevamos décadas, por no decir siglos, reclamando que nos dejen organizarnos con nuestros propios criterios. Hace unos 40 años el presidente de la comunidad, que no dejaba opinar a nadie, falleció; y se introdujeron cambios sustanciales, pero a los del ala derecha se nos dijo que tendríamos muchas más libertades, pero que nada de gobernarnos por nuestra cuenta. Que nos tocaba estar juntos a su manera, no a la nuestra.
Antes había unos vecinos en el piso 11 que también se sentían diferentes y se dedicaban a matar y secuestrar a gente en los ascensores. Pero lo han dejado y nos ha parecido que era el momento para hacer las cosas como hay que hacerlas: pidiendo que nos dejen opinar. Pero resulta que el presidente de la comunidad dice que de esto no podemos opinar. Queríamos hacerlo con luz y taquígrafos, pero no nos han dejado; así que hemos tenido que hacerlo entre tinieblas. Sin garantías ni nada. El caso es que por las buenas no podemos y por las malas no se reconoce lo que hagamos. Y eso que no pedimos irnos: pedimos votar si queremos irnos o no. Para que haya más datos y menos brujerías.