Cuando ves que un iluminado como el Ayatolá Jamenei va y te da la razón sabes casi de carrerilla dos cosas. Una, que desgraciadamente, en el asunto del precio del petróleo, los malos de la película están diciendo la verdad. Dos, que eso no les hace más creíbles, pero nos deja con las vergüenzas al aire.
Como les vengo diciendo desde hace semanas, lo del precio del petróleo es un sindiós que no hay razón de mercado que le asista. Así que cuando Jamenei dice que esta bajada irracional de precios es fruto de un complot occidental contra los enemigos comunes de la OTAN, como Irán y Venezuela, hasta puede parecer que tiene razón. Claro que, viniendo de quien vienen estas palabras, es para espetarle aquello de ‘Ayatola no me toques la pirola’, que cantaban Siniestro Total en la época en la que no te metían un AK-47 entre pecho y espalda por mentarle la bicha sarcástica a Mahoma.
Lo doloroso de que personajes de medio pelo como Jamenei sean los que cuenten las verdades del barquero es que es doblemente triste. Primero, porque como les digo es una forma de levantarnos las faldas y dejarnos con los cuartos al aire. Segundo, porque implica una dejación de funciones en los pilares de las democracias occidentales, desde su clase dirigente hasta su tropa de reemplazo periodística. Lo único que buscan los sátrapas de la OPEP es colgarse medallas mientras nos tienen cogidos por donde ustedes saben. Claro que, quizá, es la única forma que tenemos de acabar con el chantaje: ahogarlos mirando para otro lado.