Que el año empieza con subidas en todos los servicios básicos no es ninguna noticia. Ya tenemos asumido ese corte de mangas institucional que supone que mientras el Congreso cierra sus puertas por vacaciones, sus súbditos pagamos a escote sus miserias y nos pegamos una ronda de rebajas.
Pero este año lo han pintado como para que les devolvamos el corte de mangas que ellos nos dedican año tras año. Al habitual tarifazo de enero se suma una nueva factura de la luz, que va a tener como principal misión seguir ocultando el oligopolio disfrazado de libre mercado. No deja de resultar curioso que los mismos lobos que auspician el librecambismo como la única economía posible, en cuanto tocan la fibra de las infraestructuras se vuelven amigos de papá Estado e intervencionistas con solemnidad, y que justo es en esas mismas infraestructuras donde los padres de la patria terminan de consejeros, sin importar si tuvieron la sangre roja o el corazón a la izquierda.
Y a ese nuevo apaño llamado factura, se le suma también la persecución legal, que no legítima, para que aquel que quiera autoabastacerse pague la fiesta de los demás. Esa es la libertad de empresa que promueve nuestro Gobierno, autoproclamado de centro reformista. Tipejos como Stalin aplaudirían con las orejas, si volvieran a la vida, semejante atentado contra la libertad de decisión individual, a la que se le ha puesto una valla, nunca mejor dicho, electrificada.