A lo mejor es que sucede lejos, pero yo creo que no. Creo que es que hay que ser tonto para creerse las gónadas que pone el primer ministro ucraniano en la defensa de Crimea. No por él, que hasta puede que se lo crea, sino por todos los que en la historia han afirmado aquello de “por encima de mi cadáver”.
Al final ha sido siempre lo otro, lo de que las guerras las montan unos sinvergüenzas que se conocen pero que no se matan entre ellos, y las llevan a cabo unos pardillos que ni se conocen pero que se lían a tiros. Algo que si le preguntan a Anguita y a Pérez-Reverte, por decirles dos nombres, les contarán con palabras casi calcadas. Un gobernante inteligente, aunque para eso quizá haría falta que fuese decente, o mujer, o las dos cosas, diría: que pasen los rusos a Crimea, vaya por Dios, que total los crimeos o como se diga son como los rusos: ven, oyen, comen y defecan por los mismos sitios.
Me dirán que qué barbaridad, que si el territorio nacional y las fronteras y todo eso. A lo mejor es que las fronteras sobran, tanto para defenderse de rusos o de marroquíes, como para ciscarse en la mala memoria de los muertos del hijo de hiena de Martitegi, orgulloso de pertenecer a ETA. La misma bazofia son para los que se quieren independizar como para los que quieren mantener la patria unida por Dios, por el Rey o por el honor. La soberanía es que no te impongan un régimen. Pero de eso no nos defienden los generales. De eso nos tenemos que defender nosotros solos, todos los días.