Coincidarán ustedes conmigo en que saber si hay crisis o no hay crisis es un misterio más difícil de desentrañar que el de la Santísima Trinidad para los no creyentes, o el qué pinta Belén Esteban firmando en una caseta en la Feria del Libro, para los aficionados a la buena literatura.
El caso es que si uno oye a nuestros elegidos para la escopeta nacional, optimismo es una palabra que se queda corta para explicar lo que nos pasa. Por ejemplo, hemos cambiado retracción del consumo por ahorro de las familias, y caída de la inversión por estímulo a la generación de riqueza nacional, y aquí todos tan panchos. Me pasa como cuando fue aquello del 11M, no sé si lo recuerdan, que murieron 200 inocentes para que algunos candidatos se les subieran a la chepa. Entonces era igual: el ministro decía una cosa que era a todas luces falsa… ¿Pero cómo no creerle, si era el ministro? ¿A quién podíamos creer entonces? Ustedes me dirán. Vaya papelón.
Claro que lo de esta vez es tan y tan descarado, que la mayoría de la gente de a pie tiene claro que esto es una operación de maquillaje. De marketing político del chusco y baratuno. Y me pregunto, y les dejo con la pregunta para el fin de semana… si es solo maquillaje, muy mal lo están haciendo, que propios y extraños son conscientes del mismo; y si no es maquillaje, peor me lo ponen. Y en el fondo, qué importa (y esta es la pregunta), si España juega de nuevo el mundial, ¿verdad? Pues eso. Buen fin de semana.