a me han oído alguna vez que, en mi opinión, los que hacen las grandes cifras mienten, y los que no lo hacen a sabiendas lo hacen por ignorancia, que es todavía peor, si me apuran. Prefiero a un ladrón de datos antes que a un tonto útil, de largo. Es más divertido discutir con él.
Así que de los datos macro me fío más bien poco, por no decir nada. Prefiero antes otras observaciones. Por ejemplo, la percepción de que los taxis cargan más pasajeros que antes, sin grandes alegrías, pero con algo más de movimiento. Percepción que un compañero del gremio me confirmó días atrás, y les aseguro a ustedes que era un taxista de lo más comedido y prudente. Pues en cosas como esas está el pastel, y no en la típica foto de familia de ministros y agentes sociales diciendo que han hecho las paces y que toca arrimar el hombro u otras frases grandilocuentes.
Más despistado me tiene lo del CIS, que si lo han leído a ustedes hace de Pablo Iglesias el Cristo redentor. Sobre el CIS recae siempre la sospecha de la burda manipulación a cargo del Gobierno de turno. Si sospechoso fue el PSOE ni les cuento estos a los que les salen KGBs, perdón, cajas B, por todos lados. Así que puestos a imaginar conspiranoias, llegaríamos a la conclusión de que “el coletas” es un instrumento ideado por alguna pérfida mente de la calle Génova para desviar el descontento social. Va a ser que no, pero no me digan que el argumento no es de novela.