En un día en el que la influyente Christine Lagarde dibujaba una pícara sonrisa en el gesto anodino del que afirman implacable Mariano Rajoy, y los españoles presumíamos algo de certeza en la recuperación, dos puntillas se encargaban de bajarnos de la nube. La primera la que convierte al hegemónico dos por ciento de crecimiento de la economía española para 2015 en un intangible vulnerable. Los que nos dedicamos a esta profesión, soñamos por un momento con volver a ser el Imperio que fuimos, al menos en lo económico, aquel en el que nunca se ponía el sol y que la recuperación llegase, de verdad, a quienes la necesitan, las personas… Pero como dijo Calderón, «los sueños, sueños son» y despertamos ante la realidad de un nuevo talón de Aquiles, el de la desaceleración de Alemania, Francia e Italia… Nuestras exportaciones peligran… Y, ¡ay de las inversiones del gigante asiático si se confirman los pronósticos!
Por cierto, y valga la pena la reflexión, el silencio de la canciller Ángela Merkel durante estos últimos días levanta, cuanto menos, sospechas… Algo huele a podrido en tierras teutonas… Quizá la dulce Angie esté pertrechando su reaparición estelar con una batería de reformas al son de los acordes que marca el FMI y que llevan por título «se necesitan más reformas estructurales»…
La segunda, puntilla, la que apostillaba el secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferré, cuando tras anunciar que la transparencia obliga y que el nuevo Impuesto de Sociedades exigirá a las multinacionales a presentar informes «país por país», se evadía ante la pregunta sobre la posible rebaja de impuestos que el propio Presidente desvelaba el fin de semana. «No es necesario que haya una presión fiscal superior a ese rango. Si el PIB crece mucho, el objetivo del Gobierno es mantener ese nivel de presión fiscal», lo que traducido al lenguaje cotidiano, el que nos interesa a las personas, significa que la presión fiscal no se reducirá o lo que es lo mismo, los impuestos se mantendrán tal y como están. Un vaticinio de vuelta al incumplimiento que el propio Ferré acompañaba con el «no tiene sentido» hablar de rebajas fiscales y disfrazaba con los 9.000 millones que se ingresarán por la reforma fiscal.
En definitiva, un sueño, el de las personas, el de la economía real, en el que al menos, nos queda el consuelo de que los españoles nos dejaremos 221 € de media en las rebajas.