No aprenden. Y como no aprenden siguen dale matraca con el cuento chino que más contentos les pone: el de las promesas electorales. Aunque sean a un año vista, que toca apretarse los machos ante el auge de un partido que parece inmune a cualquier sambenito que se le quiera colgar.
Si gano las próximas elecciones, dice Rajoy, habrá una rebaja fiscal. En algunos sitios que no dudan en reírle las gracias al Gobierno hablan de “nueva” rebaja fiscal, cosa que me deja atónito porque por más que busco la antigua no la encuentro. Pero perras chicas a un lado, no sé por qué ya puestos no prometen también un viaje a Disney World para todas las familias con hijos menores de edad, o una excursión a los mundos de Yupi, esos mismos mundos en los que es posible ahogar a las empresas con trámites burocráticos y pedirles que se esfuercen en reducir el paro, como hace el ínclito Mariano.
A algunos políticos emergentes, que prefieren el arte de la prudencia de no prometer cosas que no se puedan cumplir, les llaman populistas. Estos, en cambio, que tan pronto te prometen crear 1,5 millones de puestos de trabajo como ponerse detrás de una pancarta contra la subida del IVA, y al poco subir ellos mismos el IVA, se tienen a sí mismos por hombres públicos garantes de la estabilidad democrática. Ver y oír para creer. La única promesa que debería ofrecer Rajoy es que, si gana las elecciones, nos dedicará una ola, después de cuatro años dedicándonos una sonora peineta.