Como si de una premonición se tratase. Hace algo más de un siglo el sociólogo y ensayista crítico José Ingenieros sostenía la tesis de que «en la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades». Frase oportuna donde las haya a tenor de unos resultados electorales que engendran pactos cuasi imposibles.
Los colegios han cerrado sus puertas… Las urnas han hablado… El recuento de votos ha culminado con la esperada sorpresa de que junto con los socialistas de Pedro Sánchez, ‘el joven’, los ciudadanos de Albert Rivera ‘el soberbio’ se han convertido en los grandes perdedores de las primeras elecciones del ‘polipartidismo’.
Así, con 123 escaños los populares de Rajoy y Soraya ganan las elecciones por segunda vez consecutiva pero nuestra agotada Ley Electoral les impedirá gobernar, por derecho. Pablo Iglesias se alza con la victoria moral, y sus diputados de informales atuendos ocuparán 69 de los 350 sillones del Congreso. El ‘mesías de la coleta’ ha conseguido su objetivo: derrocar a un Pedro Sánchez «que no pinta nada». Podemos ya es cuasi segunda fuerza política de esta España neófita que podría resultar ser el experimento de la utopía de ayer y la realidad del mañana.
Sin mayoría absoluta quedamos al albur de imprevistos como el que podría resultar de la alianza entre populares y podemitas. Si, sí, han leído bien, un Gobierno PP – Podemos en coalición. Y es que lejos de las distancias marcadas por los discursos políticos, ambas formaciones coinciden en algo más que en la base de su color primario -no olvidemos que el morado resulta de una mezcla de azul y rojo-.
Tesis paradójica que tiene su origen en una de las lecciones de política económica a la que quien suscribe tuvo la ocasión de asistir hace pocos meses. Corría el mes de octubre cuando en los anejos al hemiciclo del Senado ya se perfilaban las bases, en aquel momento invisibles, de lo que será la undécima legislatura de la historia moderna de España. Fue allí y en uno de los intervalos del extenso y tedioso debate sobre los Presupuestos Generales para el año próximo, cuando alguien vestido de azul, dio una pincelada más al lienzo del futuro incierto «no te equivoques, en política fiscal y económica, Podemos y nosotros coincidimos mucho más de lo que a simple vista puede parecer. Es más, están dispuestos a apoyarnos en muchas cosas y razonan».
No en vano. Si analizamos las medidas que defienden quienes militan en las filas de Pablo Iglesias, lo cierto es que desde la 65 y hasta la 72 todas suponen meros desarrollos de las puestas en marcha por el Gobierno de Mariano Rajoy durante estos cuatro años de legislatura. Desde las sanciones para quienes incumplan la Ley de Morosidad y la imposibilidad de que concurran a licitaciones públicas, hasta la universalidad del criterio del IVA de caja, pasando por la revisión del sistema de cotizaciones de los autónomos, la mejora de la Ley de Segunda Oportunidad y la desaparición del sistema de tributación por módulos.
Pero como no sólo de autónomos vive España, también hay claras coincidencias en lo que a la aproximación de tipos efectivos y reales se refiere. Así como en la profundización de los acuerdos de intercambio de información con los llamados paraísos fiscales, algo que va en línea con los compromisos adquiridos entre los 34 países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y que ya se está llevando a cabo por los populares. De hecho en las últimas tres semanas el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro ha puesto su rúbrica a varios acuerdos de esta índole con países como México, Andorra, Finlandia o la Isla de Man.
Del programa de la formación morada, llama también la atención una frase «manteniendo los niveles de recaudación actuales», para lo que tirarán de la defensa del medio ambiente. Es decir, de los impuestos verdes, algo que ya se prevé tanto en en las cifras que se manejan en los presupuestos generales de 2016 como en la hoja de ruta para la fiscalidad elaborada por el ya Gobierno en funciones.
Cuestiones que se completarían, entre otras, con el ITF (Impuesto sobre Transacciones Financieras) a la banca, o lo que es lo mismo, la evolución de una Tasa Tobin, tantas veces defendida por el ministro de Economía Luis de Guindos.
Tampoco están tan alejadas las posiciones en lo que al mercado de trabajo toca. Hace pocos días, en una tertulia de las de vino blanco y café, ante mi malsana curiosidad y controvertida tesis, varios economistas coincidían «realmente son los únicos que apuestan por la reforma laboral del PP, están muy próximos a ella». Inmediatamente tocaba echar un vistazo rápido a dos programas, antagónicos a priori, en los que el término «flexibilidad» marca la constante y todo con un mismo objetivo, que el despido sea el último recurso. Premisa ésta que prevalecería en los rifi rafes que pudieran surgir por las subidas del salario mínimo, cómo por la protección de la temporalidad de los trabajadores o la reforma del despido.
Lo anterior sin contar que ambos partidos convergen en la necesidad de avanzar hacia una España más competitiva que surja de reorientar el sistema productivo español hacia lo que podría denominarse como la era de la reindustrialización 7.0 y que tiene como pilar maestro la apuesta por el I+D+i.
Guiños todos ellos que se pudieron percibir en un debate a cuatro con dos guerras abiertas, la protagonizada por Sáenz de Santamaría y Rivera, a la derecha, y su homóloga a la izquierda encabezada por Iglesias y Sánchez. Frentes independientes con los que se comenta escondían el tácito entente cordial acordado entre Soraya y Pablo. Por cierto, y a modo de detalle, recordemos que fue éste el primero en descolgar el teléfono para hablar personalmente con el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, tras la vergonzosa, deleznable y ruín agresión de Pontevedra.
Por otra parte y respondiendo a quienes insisten en que el pacto de la utopía sería el fin de Podemos ya les digo yo que no subestimen la oratoria del ‘mesías de la coleta’. Ya se las apañará para vender las bondades del ‘su cambio’ a sus electores muchos de los cuales, no olvidemos, son antiguos votantes del Partido Popular. Además, y pese al apasionado discurso y desmesuradas arengas, en mi humilde opinión, el líder de Podemos es de esos de «perro ladrador a quien le puede la razón», o lo que es lo mismo, «de tonto no tiene un pelo» y sabiendo que no está preparado para ser Presidente si puede ser co-protagonista de la legislatura del cambio a partir del diálogo, el intelecto y el juicio.
Supuestos a los que hay que añadir que dicen las malas lenguas que el sentimiento entre Rajoy y Rivera es mutuo y que lo único que comparten es que «no se pueden ni ver». Es más, «Rivera se la tiene jurada al Partido Popular desde que estaba en el Parlament» donde reconoció ante algunos representantes de la flor y nata del análisis económico que «la labor política de Ciudadanos era cargarse al PP».
Utopía de una «España en serio y contigo» que muchos de los que apoyamos al Partido Popular no vemos mal, y que como me decía hoy una gran persona que también viste de azul «es lo que este país necesita para crecer porque se sumarían la maestría económica y el humanismo social». En definitiva un cóctel utópico del que de ser «palpitarán seguro nuevas realidades».