Los autónomos son, por enésima vez, el recurso fácil de un Gobierno que, de caritativo, les calla con sobras y ropa vieja. Apenas se estrenaba el mes de julio cuando las buenaventuras del periodo electoral aliviaban la presión fiscal del colectivo. Rajoy se vestía de Mariano y daba la mano al pueblo llano rebajando las retenciones del IRPF al 15 por ciento en un café para todos y todas que generase, como ha descrito el secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferre, un «efecto de liquidez potentísimo».
Aplausos y esperanzas que apuntaban a que definitivamente algo cambiase, y a que ese grupúsculo de más de 3,2 millones de hormigas, obreras, que de pequeñas, pasan desapercibidas a la vista, empezasen ser reconocidas y ocupar el sitio que les corresponde en lo grande de la economía y en las mesas de diálogo social. Pues bien, como dice la canción «la esperanza es una señora de vida alegre que viste de verde» y a la vuelta de la esquina se perdió en los Presupuestos.
Aquellos que suponen avanzar, en palabras del propio Cristobal Montoro, hacia «un estado cada vez más social, garante de los servicios públicos y que deje al sector privado trabajar». Ministro, no le falta cierta razón, pero eso sí sesgada. Y es que, un año más, y a la lectura de la letra pequeña del libro amarillo, descubre uno que se vuelve a pegar un mordisco del 12,2 por ciento al ‘paro’ de los autónomos, en dinero, 2,42 millones de euros menos, que merman el total hasta los 17,42 millones. Indiscutiblemente la lectura vana es la de que serán menos los autónomos que se queden en la calle, sin embargo a la vista de los ingresos que se prevén obtener por este concepto, ¡casi 155 millones de euros!, se despierta una maldad, ¿dónde van a parar los 137 millones restantes?. Y es que si las matemáticas no me fallan, el cese de actividad se convierte en la prestación más o cuasi más rentable para el Estado ya que de cada 100 euros que se recaudan sólo 11 se destinan a pagarla… Quizá ese sobrante, y permítanme los señores del Gobierno la sugerencia, se pueda destinar a los 426 euros de ayuda para quienes han perdido todo, hasta su negocio.
Dejando los números a un lado, otra de las partidas ‘sociales’ que también se verá reducida en un 2 por ciento es la del complemento a mínimos. Es decir, el que se emplea para completar las pensiones que, en el caso de jubilación, no llegan a los 601,90 euros o 782,90 euros si se tiene un cónyuge a cargo. Curioso que ésta, sea precisamente otra de las prestaciones que necesitan cuatro de cada diez autónomos pensionistas para llegar a fin de mes.
No hay dos sin tres. Y el reconocimiento legal del derecho a la formación de los autónomos se quedará sólo en la forma, porque dado el rumbo de los presupuestos, de fondos pocos, y continuarán siendo más de 400 los autónomos los que compitan por ‘la plaza’. El Gobierno se ha olvidado o ha querido olvidarse de ese 70 por ciento de trabajadores por cuenta propia que están dispuestos cotizar para formarse. Quizá tenga algo que ver con eso de que subir o tocar las cotizaciones es algo más que impopular en periodo electoral.
Paradojas de los Gobiernos, todos, que aprovechan el ruido dulce y sonoro de los autónomos para después hacerles silencio hiriente.