El autoconsumo es la última moda. Consumir, cuanto más cerca mejor… y si puede ser hecho en casa, pues perfecto. En el programa incluso de algunos partidos políticos como por ejemplo el de Ahora Madrid lo citan expresamente para la cuestión energética, pero el movimiento va más allá.
Adam Smith celebraba en La Riqueza de las Naciones la división del trabajo y la riqueza generada por la especialización. Hace 300 años, en muchas familias se fabricaba, cultivaba o producía buena parte de lo que se consumía. Una de las claves del éxito del capitalismo ha sido que nos ha hecho productores especialistas (sabemos hacer menos cosas que antes pero de más valor añadido) y consumidores generalistas (tenemos a nuestra disposición muchísimos más bienes, a un precio más reducido y de más calidad, que antes). Como dice una conocida historia: nadie en el mundo sabe como hacer un lápiz… y sin embargo, hay pocos productos más baratos y fáciles de adquirir.
La siguiente es la lista de los países más dependientes desde el punto de vista energético del mundo. Es del Banco Mundial y clasifica las economías según sus importaciones netas de energía. Si seguimos la lógica de los apóstoles del autoconsumo, deberían ser países pobres y entregados a sus proveedores, que pueden exprimirles a su antojo:
Hong Kong y Malta importan el 99 por ciento de la energía que consumen, Singapur el 98 por ciento y Luxemburgo el 97 por ciento Entre países más ricos, Japón importa el 94 por ciento, Israel el 90 por ciento e Irlanda el 87 por ciento. La cifra para España es el 73 por ciento (por cierto, que los mismos que hablan de autoconsumo o soberanía alimentaria o energética son los que luego se oponen a las prospecciones petrolíferas en Canarias).
Todos estos países carecen de las materias primas con las que poner en marcha su industria o calentar sus hogares. Pero no sólo no son pobres ni tienen carencias, sino que están entre los lugares más prósperos y ricos del planeta.
Y si miramos más allá de la energía, el autoconsumo tampoco parece la mejor opción. Un tipo abrió hace unos meses un blog que se llama How to make everything? No es un defensor del autoconsumo. Más bien al contrario, parece que su objetivo es demostrar cuánto costaría hacer bienes habituales en cualquier caso empezando de cero (por cierto, que incluso esto tiene trampa, porque usa herramientas que no ha hecho). ¿Los resultados? Pues su última creación es un sandwich que le ha llevado 6 meses de trabajo y le ha costado 1.500 dólares. En su supermercado capitalista habrían sido 4 dólares y un par de minutos.
Pero el autoconsumo también sigue entre nosotros en pleno siglo XXI. Hay países en los que sus habitantes tienen que fabricarse casi todo lo que consumen y en los que las exportaciones del exterior apenas llegan a una pequeña minoría. El más conocido es Corea del Norte que no tienen acceso a ninguno de los bienes que produce una multinacional. Los cubanos por ejemplo siguen reparado ellos mismos sus coches de los años 50. Escuchando a ciertas personas que apoyan este tipo de cosas se podría llegar a pensar que lo que pasa en estos Regímenes son imágenes idílicas para algunos y sueños a realizar en cualquier sociedad en la que tengan opción para ello. Pero digamos que no es precisamente la mejor opción posible.
Álvaro Lodares
Economista y escritor