Si es que somos de traca, de verdad. Ahora resulta que una de las noticias noticiosas del entierro de Adolfo Suárez es que Felipe González y José María Aznar hablaron en las escalinatas del Congreso sobre sus respectivos nietos. Eso, y lo del Aeropuerto de Madrid para tener nuestro JFK propio.
Esperaba oír algo más digno y más profundo, la verdad. No se reúnen todos los días tres expresidentes para darle el último adiós al antecesor de todos ellos, así que la ocasión la pintaban calva para que pusieran al día todo aquello que dicen que hizo tan bien, y pidieran perdón por los errores cometidos; y por haber convertido la esperanza de aquella España de los 70 en el coto privado de caza, no sé si por este orden, de mafiosos italianos, de mafiosos rusos, de mafiosos de casino, de mafiosos de coche oficial, de mafiosos corruptos y de mafiosos de la industria.
De otra forma, o mintió el que está en el hoyo, o mienten los que siguen al bollo. No es posible glosar la vida del difunto enumerando sus aciertos, y que 30 años después tengamos el país hecho un erial, sin que entre tanto, o aquel o los que le siguieron nos hayan timado, como mafiosos italianos, rusos, de casino, con coche oficial, corruptos o de la industria. Lo demás son ejercicios de pirotecnia en formato sepelio de varias castas: la política, la de sus amigos colocados a dedo y la de los reporteros del directo que se privan por una exclusiva que no lo es. Como lo de El Pardo, versión siglo XXI.