No sé si habrán leído la entrevista que ha publicado un diario de tirada nacional a Hervé Falciani, el confidente o traidor, allá ustedes con su conciencia, que ha puesto patas arriba a las familias europeas con dinero suficiente como para jugar a la evasión de capitales en Suiza.
Falciani suma su nombre a la lista de los confidentes y testigos protegidos que en los últimos tiempos le están sacando las vergüenzas a los más pintados: Julian Assange, fundador de Wikileaks; Edward Snowden, el ex contratista de la NSA; o Roberto Saviano, que nos explicó hace años cómo la mafia italiana controla Europa, y en su última obra nos explica cómo la cocaína domina el mundo. Quienes tienen algo que proteger, y en muchos casos deben tantos favores como mentiras, los tildan de traidores. Y los tontos útiles del sistema los denominan además aprovechados y “buscafamas”. Es lo que tiene ser un estómago agradecido, que hay que destruir al que gana celebridad dando la nota.
A mí que sean héroes o villanos me la trae un poco al pairo. Comparten destino con las paranoias de los presidentes incorruptos o los Papas que se pasan de modernos: dos tiros, y bajo tierra. Lo que sí me sorprende es que ningún partido político mayoritario tenga los reflejos suficientes de ficharlos para su causa, y así demostrarnos que en su pelea por el poder nada ocultan. Que Falciani capitanee en España la candidatura del Partido X para las europeas, dice mucho de cuánto huele a podrido en los partidos tradicionales.