Me salgo hoy del carril económico porque Diadas como la de ayer no se viven todos los años. No sé cuánto tiempo pretenden seguir Rajoy y Mas con el circo del nacionalismo a cuestas, cada cual el suyo, pero como se despisten el asunto se les va a acabar yendo de las manos.
Tengo para mí que este asunto, al nivel de la dirigencia, no es más que show business adaptado a la audiencia electoral. No puede ser casualidad que las vergüenzas de la familia Pujol coincidan con eso que algunos llaman desafío soberanista, y que no es más que populismo folclórico descafeinado, tanto el fechado en Madrid como el despachado en Barcelona. Lo de Pujol es una rosquilla madrileña en una crema catalana, o un calçot servido en un plato de callos, lo que ustedes prefieran. Un arreglo gastronómico de conveniencia para que todos los paladares se crean con la razón de su parte.
Así que puestos a hacer ficción, les vendo yo la mía. Mi pronóstico es que el Constitucional tumbará la consulta, la Generalitat no la convocará y la ley de alcaldes, que forma parte de la jugada, saldrá adelante. De esta forma, por muchos votos que pierdan los convergentes, seguirán conservando múltiples plazas. Y entre estos y los republicanos, siempre que Guanyem no protagonice un sorpasso, el mapa del poder municipal estará teñido de nación catalana. Por supuesto, todo esto está amañado desde hace meses, y nunca, nunca, nunca, nos dirán que jugaron con nuestras banderas.