Me pregunto cuánto gana un redactor de informes del Fondo Monetario Internacional. Me lo pregunto en serio, no como fruto de un cabreo izquierdista trasnochado o de un furibundo altanerismo de derecha rancia. Me lo pregunto para ver si puedo entender lo que dicen.
Porque las propuestas del Fondo Monetario son, sistemáticamente, una oda a la falta de lógica. Por un lado recomienda incrementar el IVA, pero por otro proteger a los colectivos vulnerables; por un lado reclama una mayor contención del gasto público y sostiene que España no cumplirá con el pacto fiscal, pero por otro lado aplaude el trabajo del Gobierno en materia de saneamiento fiscal; por un lado lanza previsiones para cinco años, hasta 2019, que son más bien sombrías, pero por otro sabemos ya por experiencia que el Fondo cambia sus previsiones como quien se cambia de camisa.
Así que comprendan mi risotada cuando la gente del FMI habla del empleo de baja cualificación como uno de los más elevados de Europa. Oigan, no, miren: baja cualificación la de sus técnicos, o la de sus directivos, que nos lanzan unos informes a la cara que son infumables, por no hablar de la solvencia de sus previsiones, de acreditado incumplimiento sistemático. Y lo de baja cualificación es por ser amable. También podría pensar que tamaña confusión es fruto de una estrategia para tenernos noqueados con su doctrina del shock. En ese caso, les llamaría algo mucho peor. Feliz fin de semana.