En la tarea de buscar Talento, parece que la organización de encuentros con un toque de concurso cobra cada vez mayor fuerza. De hecho, las grandes corporaciones están descubriendo cómo un hackathon al margen de ser un acto muy noticiable, se convierte también en una forma de atraer y juntar el mejor Talento para conseguir resolver situaciones y proponer soluciones innovadoras y rompedoras.
El hackathon surgió inicialmente en las comunidades hacker como una forma de denominar a reuniones de programadores y hay quien todavía lo relaciona con los matices, quizá no muy legales, de sus inicios. Actualmente, estamos siendo testigos de una evolución del concepto, siempre en el ámbito de la tecnología, hacia dos enfoques: uno aplicable en el mundo empresarial y otro, de marcado carácter social.
Basados en encuentros de desarrollo colaborativo de software, en España han llegado hace relativamente poco tiempo y sin embargo fuera de nuestras fronteras ya se tienen noticias en 1999, de los primeros que se celebraron cuando los desarrolladores de OpenBSD y el equipo de marketing de Sun Microsystems decidieron integrar los conceptos de maratón y hacker.
A diferencia de otros eventos, el formato y la esencia de un hackathon tiene ciertas particularidades. Además de tratarse de una convocatoria que en ocasiones supera los 150 ó 200 participantes y más allá de las 24 ó 48 horas frenéticas de programación y desarrollo, con una buena dosis de networking, lo fundamental es tener clara la siguiente premisa: hay que crear la aplicación o programa que te gustaría tener, no lo que piensas que captará la atención de los organizadores, ni lo que estimas que va a obtener mayor valoración por parte del Jurado. Sé tu mismo. Innova. Crea. Presenta. Pero no olvides utilizar el efecto «wow».
Precisamente en relación a estos nuevos formatos de encuentros, es donde podemos ver el hackathon como dos caras de la misma moneda. La primera, el anverso, es el enfoque de la innovación; esa visión que rompe con todo y abre nuevos caminos, que permite reflejar una experiencia de usuario y de cliente potencial. La segunda, el reverso, implica considerar el hackathon como vivero de Talento. Y este punto es clave, porque de repente afloran buenos perfiles que estaban escondidos; personas con experiencias no sólo muy técnicas, sino perfiles de negocio y perfiles de diseño con un toque de Marketing. Porque en la vida real, fuera de esa contrarreloj del hackathon a la que se someten los participantes, todo proyecto se compone de distintos perfiles y es gracias a la contribución de todos ellos como se resuelve el planteamiento que lanza la organización.
Lógicamente, como en casi todo, también aquí hay muchas variantes, por eso nos encontramos con casos en los que los equipos vienen ya formados por tres o cuatro personas y con casos en los que los integrantes no se conocen y deben empezar a funcionar desde cero. En este sentido, también las edades son muy variables, porque la participación está abierta a profesionales que trabajan en una empresa y a perfiles muy jóvenes como ha sido el caso que nos hemos encontrado en el primer hackathon organizado por un grupo editorial, en el que el participante más joven tiene 15 años y dos más han cumplido los 17.
En una sociedad muy dinámica y ágil a efectos de cambios, las reuniones de Talento como éstas, unidas a las competencias y habilidades de las generaciones más jóvenes, están mostrando una interesante vía de cara no sólo a aumentar el potencial de los proyectos sino también con vistas a posicionar en un momento dado a la empresa como líder de un nicho de mercado o de un sector concreto.
Porque… en los hackathons se inventa lo que no existe y se pinta el mundo a través de soluciones técnicas para que se asemeje a lo que nos gustaría que fuera.
Marta Díaz Barrera, fundadora de Talentoscopio
@Talentoscopio_