Con permiso de ustedes, voy a tratar de explicarle a la comisaria Malmstrom, la de la cartera europea de Interior, lo que sin duda nuestro ministro no le podrá explicar por aquello de lo políticamente correcto y el balbuceo que a todos les entra al hablar con Bruselas.
Quiere la comisaria que alguien le explique lo de los muertos de Ceuta. Como si esto fuera cosa de capricho, del tipo los maté porque eran míos. No, Cecilia Malmstrom de mis Europas. No. Los matamos porque eso es lo que nos han venido enseñando desde que entramos en esa cosa llamada Unión Europea, firmamos Maastricht, y después Schengen, y después no sé cuántos Consejos y reuniones estupendas más en las capitales más molonas del continente. Aprendimos eso que enseñaron y que se resume en una frase: ¿es negocio? Pues si no es negocio, que le den.
Se me pondrá usted de uñas, comisaria. Me dirá que cómo le puedo decir eso a un respetabilísimo cargo político del Viejo Continente, defensor y garante de los Derechos Humanos y blá-blá-blá. Pamplinas. No son ustedes los que mandan, incluso cuando están de acuerdo con los que sí parten la pana, y no me pida que se los presente, me ruborizaría tamaño desconocimiento de la realidad. Ustedes están de pintamonas. Como los de aquí, pero a menor rango. Así que no me venga con preguntas. El capital señala a las ovejas negras. Y nosotros ejecutamos nuestras balas blancas. Es así de simple, así de aséptico, así de quirúrgico. Si no le gusta, dimita. Que en Europa sí se estila.