Cuando era pequeño me enseñaron algunas de esas cosas que le sirven a uno como faro, luz y guía para el resto de su vida. Entre otras cosas me enseñaron que cuando uno no sabe algo lo mejor es decir que no lo sabe. Porque si dice cualquier cosa por no reconocerlo terminará diciendo mentiras.
Cuando digo que a la clase política le falta educación me refiero precisamente a esto, a que no les han enseñado a decir, desde que son pequeños, que no saben de algo. Es mejor decir cualquier cosa, lo que sea, con tal de no callar. Esto lo podemos aplicar a las previsiones para los indicadores de la macroeconomía, que un día son una cosa y otro otra distinta, según sople el viento. Es lo que reconoce de forma implícita el Gobierno en una respuesta al diputado Gaspar Llamazares, que más que dudar de los datos, de lo que duda es de la transparencia e independencia con los que se elaboran.
En su respuesta a Llamazares, el Gobierno le explica primero que ciencias exactas solo hay las matemáticas, y eso los días impares y que no llueve. Y que para todo lo demás, quien más quien menos, cada cual tiene su bola de adivino: el Ministerio de la cosa, Hacienda, el Banco de España, la Comisión Europea y el Fondo Monetario. Y añade, no sé si con cachondeo, petulancia o desfachatez, que no hay por qué dudar de la independencia de los datos que se corrigen informe a informe. Oigan, no, es al revés. Les pagamos, ergo nuestro deber es sospechar permanentemente de ustedes.