Hace varios años se puso de moda la inversión en inmuebles con compromiso de alquiler a muy largo plazo, y concretamente la compra de redes de sucursales bancarias con alquiler a cincuenta años. Se hacía el clásico descuento de flujos, se le “garantizaba” una rentabilidad fija al adquirente, normalmente un fondo, ya sea financiero, “buitre”, inmobiliario, etc., y de paso, se les pagaban jugosas comisiones a los intermediarios, alguno de los cuales acaba de aparecer en los papeles de Panamá.
Todo parecía de color de rosa, y era una inversión “estupenda”. Además, si las cosas no iban mal, aparte de la renta, los bajos comerciales se revalorizarían y se obtendría una interesante plusvalía. En toda esta historia, todo parece real, al margen de que, como bien sabemos los que nos dedicamos a temas financieros, el papel lo aguanta todo, y desde que se inventó el Excel, lo aguanta todavía más.
Pero, hete ahí, que como si fuera cosa de meigas, de buenas a primeras se nos rompe la baraja, y además por donde menos parecía que se fuera a romper. Los diseñadores del producto habían asumido varias premisas, y entre ellas estaba el mantenimiento del pago del alquiler durante seiscientos meses, que no es poco. El argumento era que ¿cómo no va a pagar el banco sus alquileres? Y además, esto se dice después de que la casi totalidad de las cajas de ahorros de España, que llegaron a ser el 57% del sector financiero español, hayan prácticamente desaparecido, y lo poco que queda de ellas, como BMN, están pidiendo árnica, para ver si Bankia se la puede quedar.
Se le “garantizaba” una rentabilidad fija al adquirente, normalmente un fondo, ya sea financiero, “buitre”, inmobiliario, etc., y de paso, se les pagaban jugosas comisiones a los intermediarios
Esto nos lleva a la situación del sector bancario, cartel de pro donde los haya. Durante décadas han manejado la Economía española a su antojo, convirtiendo a nuestro país en una de las naciones más bancarizadas de Europa, donde tratar de entrar en algún segmento financiero o pseudo-financiero prácticamente requería la venia de los todopoderosos presidentes de bancos y cajas de ahorros, y al final no te la daban. Sin embargo, ahora han llegado las “fintech”, y además, parece que han venido para quedarse; y a pesar de que los bancos se están dedicando a comprarlas para anular su capacidad de innovación, y en el fondo eliminar competidores “low cost”, no están consiguiendo sus objetivos, pues cada vez aparecen más, como los hongos en otoño.
¿Está preparada España para seguir pagando comisiones “king size”, cuando una “fintech” puede prestar sus servicios por unos pocos céntimos, habida cuenta de que no tiene que pagar los gastos de miles de sucursales (incluido el alquiler de las vendidas) y el pasivo laboral de decenas de miles de empleados, que además no se pueden despedir, sino que hay que prejubilarlos con un coste muy superior?
Pues va a ser que no. Los españoles llevamos mucho sufrimiento en el “lomo” en los últimos siete años de crisis, y no tenemos por qué seguir pagando los excesos de unos señores que se “colocan” o los han colocado a “dedo”, y que cobran unos sueldos en muchos casos de varios millones de euros, que obviamente pagan los sufridos clientes (en el último año 137 directivos bancarios cobraron más de un millón de euros, y de ellos 87 más de dos millones).
Han llegado las “fintech” y a pesar de que los bancos se están dedicando a comprarlas para anular su capacidad de innovación no están consiguiendo sus objetivos
Para hacer una transferencia, hacer un ingreso en cuenta o sacar dinero con una tarjeta, no necesitamos de nadie, salvo un soporte informático seguro que puede perfectamente aportar una “fintech”, y precisamente esas son las operaciones más habituales que hacemos los españoles. Una hipoteca se pide una vez en la vida, y además con los sistemas informáticos “scoring”, podría incluso hacerse también on-line, y seguiría sin ser necesario el “ladrillo” de las sucursales.
Los bancos siguen confiando en que su status quo se mantenga, pero no se dan cuenta de la velocidad a la que van las cosas con la revolución digital. Orange acaba de comprar una ficha bancaria en Francia (Groupama); probablemente, es lo único que necesitaba para atacar el mercado financiero europeo. En los próximos meses, vamos a asistir a una oleada de movimientos en este sector emergente, y cuando lleguen los mayores (Google, Facebook, Amazon, etc.), la suerte estará echada, y no seré yo el que tenga inversiones en acciones bancarias de rancio cuño.
Y volvemos a los fondos que compraron las redes de sucursales. Si el lector es un partícipe en dichos fondos, ¿se atrevería después de lo leído a seguir afirmando que ha realizado una inversión segura? Entre la amenaza de las “fintech” y las nuevas y fuertes exigencias de Basilea III, no estoy yo seguro de cuántos bancos europeos van a comerse el turrón de las Navidades que den paso a la siguiente década.
Miguel Córdoba
Profesor de Economía Financiera Universidad San Pablo CEU