La opulencia contradictoria

Hoy vengo con ganas de tratar ese clásico de que los ricos también lloran. Debe ser que las lágrimas bañadas en oro ejemplifican mejor que el oro bañado en sangre hasta qué punto el futuro nos enjuiciará como unos primates, más que como unos seres humanos civilizados.

Les hablaba ayer de una conocida marca de coches de lujo a la que las ventas le iban viento en popa a toda vela. Por eso me sorprende especialmente que la marca de un también conocido hotel madrileño de mucho lujo esté devaluándose tan rápido, según una auditoría reciente. Dejaré al margen que la firma encargada de la auditoría haya sido noticia estos días por el caso LuxLeaks, porque no sé hasta que punto esas artes tienen que ver con estas partes. Pero lo más chocante es que se achaque a la crisis y a los turistas esta devaluación. Relacionen los vocablos “hotel de lujo” y “turistas” y ustedes mismos saquen conclusiones. Máxime cuando el informe posterior ataca sobre todo los aspectos societarios. Debe ser una bonita forma de echar balones fuera. La culpa es de los padres, que ya saben cómo las visten. Espero que me sigan y no se me escandalicen por esto.

Los ricos también lloran. Pero que en dos días haya titulares tan contradictorios sobre cómo se las gasta la sociedad de la opulencia me deja un olor a podrido que, por viejo olfato periodístico, me dice que alguna de las dos informaciones no cuenta toda la verdad. No olvidemos que el mercado del lujo ha hecho su agosto en los años posteriores a la de la corrupción institucionalizada. Y eso es algo que casi nadie se atreve a investigar a fondo.

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