La paga extra prende las hogueras en el Parlamento

Al pelo le ha venido Ejecutivo, oposición y sindicatos (¿quién sabe?) que sea hoy San Juan. La noche se ha adelantado en el Congreso, donde se ha encendido toda una mascletá y bien sonora. El ruido de los dimes y diretes por la paga extra han sonado fuertes esta mañana en el Hemiciclo.

Un «globo sonda» que de ser negado ha pasado a ser posible y que ha convertido al colectivo de funcionarios en el «juguete» roto de un Gobierno que a la desesperada anda improvisando de mala manera. La descordinación en  una estrategia de comunicación que ni cala, ni es creíble, ni funciona se ha pasado ‘por el Arco del Triunfo’, una vez más, a los más de dos millones y medio de personas que trabajan para la Administración. Los mismos que se despertaban hoy con una de esas brisas de verano que tan bien sientan en las presuntas épocas de recuperación. «Nos devuelven lo que nos quitaron», habrán pensado muchos. Unos muchos que poco más tarde, antes del café de media mañana, veían de nuevo frustradas sus ilusiones de irse a tomar una caña sin pensar en «lo que me queda en el bolsillo» o quizá y para ser más realistas en, después de tantos meses, llegar a fin de mes. Unos muchos y más de los mismos que pagan el pato de las imprudencias de un equipo también roto, el de un Gobierno que, por mucho que se empeñe, ha perdido el Norte, el Sur, el Este y el Oeste.

Un ejecutivo al que la senectud de políticas económicas restrictivas, austeras y de pésimo gusto para la sociedad, le ha dejado ga – ga. Y como se suele decir «a la vejez viruelas», pero de nada sirve la pócima sino para fenecer. Porque llega tarde, dando tumbos y volteretas, sin rumbo ni estrategia, algo que, permítanme la expresión, cabrea aún más al respetable. Y especialmente a quienes confiaron en la verdad sobre las mentiras de aquellos a los que tomasteis relevo. Un relevo con más de lo mismo o, mejor dicho, con más de lo mismo y más de tener que apretarse un cinturón, que de hambre, ya ni siquiera aprieta.

Pero volvamos a la comunicación que al menos nos llena la boca de algo. Mariano, el 24 de mayo y los otros hicieron tuya esa frase de «dejad que la prensa se acerque a mi» y hágase tu voluntad hasta tal punto que en los corrillos se escuchan mensajes distintos entre vecinos de escaños. El primero el de un Cristobal Montoro, de salida y manos de prestidigitador, que habla de «quizás», de «torpezas» y de «márgenes».  El segundo el de un anodino José Luis Ayllón, que entre fingida «sorpresa» desdice y desmiente «no está en los planes del Gobierno».

Querido Mariano ante tanto despropósito quizá deberías empezar a pensar en cuidarte de la rebelión de los «juguetes rotos», esa en la que, como en la película, cobran vida contra la ‘indolencia’ del que «no ha sabido ponerse su lugar ni de lejos». Lo peor, Mariano, es que por mucho que se intente «ni se aprende, ni da tiempo» y como suele ocurrir por imperativo de Murphy si algo ha de salir mal, descuida, que saldrá peor.

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