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Las medidas económicas de Roosevelt contra la Gran Depresión

Un día como este 12 de marzo de 1933, el electo presidente de USA, Franklin D. Roosevelt se enfrentaba a una población inmersa en la conocida como «la Gran Depresión» donde el desempleo llegó a alcanzar cifras descomunales, incluso hasta el 33% en algunos puntos del mundo.

Se enfrentó a la quiebra del sistema financiero y a un pasado nada lejano con una jornada negra en la Bolsa de NY, conocido como el Crack del 29. El demócrata lo primero que hizo al llegar al poder es tomar medidas de carácter urgente que ya llevaba en su programa electoral y que habían sido creadas por un grupo de expertos financieros y economistas.

Se aprobaron en el Congreso recetas, que no mágicas, pero al menos con la intención de cambiar la realidad:

  • Financiación de hipotecas
  • Seguros para los depósitos bancarios
  • Proyectos de grandes obras públicas
  • Servicios de trabajo voluntario para los menores de 25 años
  • Fondos asistenciales para los desempleados
  • Se aprobaron precios de apoyo a los agricultores

Las cosas no han cambiado tanto desde entonces ¿verdad? Se comenten unos errores parecidos y se toman unas medidas semejantes. Según el estudio de PWC publicado hoy en estas páginas, una de las preocupaciones de los banqueros europeos es el modo en el que van a recuperar la confianza de sus clientes. En 1933 Roosevelt invitó a los ciudadanos a comenzar a confiar de nuevo en el depósito de su dinero en las entidades bancarias, porque desde el año 29 lo que se arrastraba es la falta de crédito, el impago de hipotecas o el ascenso del endeudamiento.

Para paliar el desempleo que alcanzaba un 25%, esta línea de actuación americana pretendía reducir las cifras a través de dar trabajo por medio de obras públicas. Un Plan E a la usanza de los años 30, donde se contrataba al mayor número de empleados para maquillar las cifras del paro, pero que no funcionó porque la financiación era escasa y se puso fin pronto a estar manera precaria de dar empleo.

Y si esto fuera poco, se gastaron grandes cantidades en aliviar el sufrimiento social a base de talonario procedente, claro está, de los impuestos de aquellos que ya trabajan, puesto que el presidente no quería tener deuda pública. Una recomendación en la que insistía el economista Keynes, harto convencido de que el déficit público era positivo cuando de una crisis de estas dimensiones se trataba.

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