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Los ‘males mayores’ de Venezuela

No hay que ser un experto en economía para intuir que la economía venezolana no va por el buen camino. Recientemente Venezuela ha ocupado espacios en la prensa internacional, no para hablar de indicadores económicos como el PIB o el paro, sino mostrando colas de gente delante de supermercados y farmacias esperando conseguir productos básicos como alimentos, productos de higiene personal y medicamentos. ¿Cómo ha llegado un país que ha gozado de ingentes ingresos petroleros durante los últimos años a esta situación?

Venezuela es una economía muy dependiente del petróleo, los ingresos por exportación de crudo representa el 95% del total de divisas y el 45% de los ingresos fiscales. Los altos precios del petróleo permitieron durante años una expansión fiscal enorme que benefició a parte de la población a través de un esquema de transferencias y subvenciones, siendo los instrumentos estrellas un esquema de controles de precios sobre los productos básicos y un control de cambio, que ha mantenido el precio del dólar estadounidense frente a la moneda local a un nivel artificialmente bajo, mientras se racionan las divisas al sector privado.

A pesar de esta situación favorable de ingresos, el incremento del gasto ha sido mayor (entre 2005 y 2013 el ingreso real se incrementó en 14,6% mientras que el gasto lo hizo en 31%), alimentado no solo por el gasto social, sino por una política de expropiaciones de empresas que han engrosado el sector público, así como por una serie de transferencias a fondos extrapresupuestarios caracterizados por la falta de transparencia y el desconocimiento del empleo de esos recursos. A lo anterior hay que sumarle el sistemático debilitamiento de la industria petrolera (PDVSA), desviando recursos financieros y humanos fuera de su actividad principal hacia «política social», al mismo tiempo que ha sido empleado como herramienta diplomática a través de una serie de convenios de venta de crudo por debajo del precio de mercado  a países «amigos», afectando negativamente su flujo de caja.

Así, los sucesivos y crecientes déficits fiscales resultado de esta política, han sido financiados mediante importantes cantidades de deuda pública, siendo ésta insuficiente y acudiendo al financiamiento monetario a través del Banco Central, obteniendo como resultado la inflación más alta del planeta en 2014.

Actualmente, ante una caída importante de los precios del crudo y sin ningún mecanismo contracíclico como un fondo de ahorro, Venezuela se expone a una disminución relevante de sus ingresos fiscales (y el esquema de subsidios y transferencias asociados al mismo) y una escasez de divisas que imposibilita importar productos de primera necesidad, acompañado de un sector privado debilitado por las políticas de controles de precio, expropiaciones y un tipo de cambio artificialmente apreciado que favorece las importaciones en detrimento de la producción local.

Asimismo, la caída de la principal fuente de ingreso fiscal, deteriora la capacidad de crédito de la nación, reflejada en la reciente rebaja de calificación de Standard & Poors cercana al bono basura, dificultándose el acceso a los mercados internacionales de deuda para paliar esta situación.

Sólo un cambio de política económica orientado al saneamiento de las cuentas fiscales, la recuperación de la industria petrolera y el Banco Central, y el desmantelamiento del esquema de controles; es capaz de eliminar las enormes distorsiones generadas, recuperar la confianza de los mercados internacionales y sacar a la economía venezolana fuera de la senda del default.

Kamal Romero, economista

Documento basado «La emergencia económica en Venezuela y la necesidad de una nueva política económica en 2015» suscrito por 60 economistas, entre ellos el autor.

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