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Más glamour que République

Qué quieren que les diga, me pone tierno que seamos tan y tan previsibles. En la vecina Francia nombran a Manuel Valls primer ministro y allá que vamos todos a contar la bonita historia de cómo un español se cuela al frente de la República. De la francesa, claro. De bandera tricolor como la española. La República, digo.

Me pone tierno porque quieras que no es una manera de no hablar de cosas más profundas. Por ejemplo, de la contradicción en términos entre el discurso de Hollande, que afirma haber entendido el castigo del pueblo por no haber acometido tantos cambios como prometió, y la designación de Valls, que si en algún lugar se posiciona no es precisamente en el de las revoluciones, sino más bien en el contrario. Pero, buf, titular con algo como “Francia se contradice” puede acabar arruinándote la noticia. No, lo de “un español mandando en tierra gabacha” nos excita más. No hay color.

También es una manera de no analizar por qué la ciudadanía le ha dado un repaso de padre y muy señor mío a Hollande. Que, ojo, yo de política gala lo justo, pero me da que no ha sido por alzarle la voz a los señores del mercado, verdaderos jefes de Gobierno de nuestro civilizado mundo. Y la gente se lo ha olido: otro que se baja los pantalones ante los nuevos ricos, para eso mejor que gobierne la derecha, que roba igual, pero lo hace más elegante, más chic, con más glamour. Y eso sí que es francés, ¿eh? El glamour. Más que la République. Más que la tricolor. Dónde va a parar.

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